En contra de sus orígenes, el cineasta milanés se afilió al partido comunista, pero nunca dejó de ser un aristócrata a quien le gustaba rodearse de lujo, lo cual no deja de formar parte de sus contradicciones. Autoritario, conservador, al tiempo innovador, en ocasiones caprichoso y amante de su trabajo, el cineasta se unió al Partido Comunista Italiano durante la Segunda Guerra Mundial. Este acercamiento a la izquierda, conllevó críticas, también su detención durante la ocupación de Roma por el ejército alemán, pero le posibilitó su contacto con jóvenes de clase media entre quienes se encontraban Giuseppe de Santis y Michelangelo Antonioni. Con el primero colaboró en Obssessione y con el segundo trabajó en varios proyectos que no fraguaron, pero en uno de ellos coincidió con Suso Cecchi D’Amico. La guionista formaría parte del grupo de colaboradores habituales de Visconti, dentro del cual también se encontraban en un primer momento Francesco Rosi y Franco Zeffirelli, a quienes propuso que fuesen sus ayudantes en La terra trema, una película en la que llevaba trabajando desde hacía años. La terra trema iba a ser un documental financiado por el Partido Comunista de Italia, pero el realizador tenía otra idea, la de emplear el realismo que dominan las imágenes para exponer sus propios intereses, de modo que él mismo sufragó los gastos de producción, algo que ya había hecho con su primer filme. Uno de sus intereses de aquel momento residía en culturizar la Italia de posguerra mediante el cine, el teatro y, más adelante, la ópera. Estas tres artes fueron el eje de su vida profesional, tres artes que combinó a lo largo de su carrera, siendo fundamental en la renovación de las mismas. Vittorio Gassman, que trabajó con Visconti en el teatro, recuerda en sus memorias que <<el impacto de Luchino fue galvanizador. Poseía la fascinación de la nobleza auténtica y un rigor hasta entonces desconocido por mí y por el teatro italiano>>, rigurosidad que también llevaría al cine. <<Lo quería todo perfecto, documentado, veraz. Por el solo detalle de un mueble o un cacharro era capaz de suspender los ensayos durante dos horas, mientras los encargados del guardarropía se despepitaban aterrorizados por las tiendas de los anticuarios>>. Pero, centrándonos en su obra cinematográfica, Visconti se nutre de sus contradicciones, de la presencia de una familia y de una madre (Bellísima, Rocco y sus hermanos, La caída de los dioses y en tantas otras), del pasado (reflejo de su infancia) y del presente que se enfrentan entre el final de un tiempo y el inicio de uno nuevo, el lujo, la belleza, la decadencia, la multitud que rodea a sus protagonistas y la soledad en la que viven. Estos son algunos abstractos y contrarios que se citan en películas como Senso, un punto y aparte en su carrera de cineasta y, seguramente, una de las cimas de su cine, en El gatopardo o en Muerte en Venecia, quizá las más autobiográfica de sus producciones y el último film que realizó en plenitud física. Durante el rodaje de Ludwig, Visconti sufrió un ataque cardíaco que a punto estuvo de acabar con su vida, un ataque que le dejó secuelas que no impidieron que concluyera la película y, poco después, realizase el montaje de la ópera Manon. El trabajo lo mantenía ocupado y le alejaba del fantasma de la silla de ruedas en la que estaba postrado, de modo que continuó en activo hasta su muerte en marzo de 1976, poco después de finalizar el montaje de El inocente.
La terra trema (1948)
Nosotras las mujeres (Siamo donne, 1953) (episodio Anna Magnani)
Senso (1954)
Rocco y sus hermanos (Rocco e i suoi fratelli, 1960)
Boccaccio '70 (1962) (episodio)
El gatopardo (Il gattopardo, 1963)
Las brujas (Le streghe, 1967) (episodio)
El extranjero (Lo straniero, 1967)
La caída de los dioses (La caduta degli dei, 1969)
Luis II de Baviera (Ludwig, 1973)
Confidencias (Gruppo di famiglia in un interno, 1974)
El inocente (L'innocente, 1976)
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