No le faltaba razón a John Ford al comentar que <<cuando un director crea una pequeña joya de vez en cuando, tiene derecho a hacer algunas películas más o menos corrientes>>. Más fino hiló el personaje interpretado por el cómico Joe E.Brown en Con faldas y a lo loco (Some Like It Hot, 1959), cuando dijo que <<nadie es perfecto>>. Si se piensa en la primera afirmación, a muchos directores habría que darles crédito casi ilimitado, y si se plantea la segunda, habría que aceptar y dar por buena la falibilidad de cualquiera de ellos. Seguramente estas dos cuestiones no se tuvieron en cuenta a la hora de valorar las producciones menos logradas de cineastas que, a lo largo de su carrera, crearon obras que han permitido disfrutar a generaciones de aficionados al cine, clásicos indispensables que ayudaron a convertir aquel primigenio espectáculo de feria en el Séptimo Arte. Pero en el ámbito cinematográfico, como cualquier otro, también existen prejuicios, falta de perspectiva, modas, envidias, ignorancia, olvidos, intereses, discriminaciones o críticas más o menos afortunadas como las sufridas por Billy Wilder en sus últimas películas, que no agradaron a los críticos ni llamaron la atención del público, como tampoco lo habían hecho años atrás El gran carnaval (Ace in the Hole, 1951) o La vida privada de Sherlock Holmes (The Private Life of Sherlock Holmes, 1970). Con esto no pretendo decir que Aquí un amigo (Buddy Buddy) se encuentre a la altura de estos o de otros grandes aciertos de Wilder, pero sí resulta una película viva, aunque irregular, a años luz de aquellas comedias que llenaron las salas hacia finales de los años setenta y principios de los ochenta, títulos como Los incorregibles albóndigas (Ivan Reitman, 1979), Porky's (Bob Clark, 1981), El pelotón chiflado (Ivan Reitman, 1981) Los locos del bisturí (Garry Marshall, 1982) u otros éxitos comerciales de dudoso humor, calidad cuestionable y que ponían en tela de juicio la inteligencia del espectador. Quizá uno de los principales motivos del rechazo de la crítica hacia Aquí un amigo residió en compararla consciente o inconscientemente con otros trabajos del cineasta, en lugar de juzgarla por sus defectos (que los tiene y muchos) y sus aciertos (también existen). Está claro que todos esperarían de Wilder películas como Perdición, Días sin huella, Berlín occidente, El crepúsculo de los dioses, Traidor en el infierno, Testigo de cargo, Con faldas y a lo loco, El apartamento, Uno, dos, tres o Avanti!, diferentes tanto en ritmo como en planteamiento, aunque todas ellas geniales. Todos estos títulos me llevan de nuevo a las palabras de aquel que se definió como un hombre que hacía westerns y asumir que cualquiera que haya realizado tantas joyas se ha ganado el derecho a bajar el listón en un momento determinado, sin que por ello deba ser denostado; sin embargo, por aquél entonces muchos se olvidaron de la genialidad de este bromista maravilloso, que de haber contado con los medios y el apoyo adecuado nos habría vuelto a deleitar con alguna que otra buena película. Pensando en todo esto surge la pregunta de ¿qué habría sucedido si nadie hubiese sabido que Aquí un amigo era un film de Wilder? ¿Habría sido menospreciada o habría pasado por una comedia digna? En defensa de este film salta a la palestra la pareja de opuestos formada por Jack Lemmon y Walter Mathau, en la que el primero resulta ser un suicida en potencia y el segundo un asesino a sueldo que, tras liquidar a dos de los tres testigos de un caso, llega al hotel desde donde piensa disparar sobre el tercero. Sin embargo, Trabucco, hombre de pocas palabras y de rostro huraño, desconoce que en la habitación contigua a la suya se encuentra Victor Clooney, cuya inestabilidad emocional se pone de manifiesto en el primer momento que asoma en la pantalla, cuando ambos se cruzan en la gasolinera al inicio del film. Aunque es a partir de su segundo encuentro, después de que Victor intente ahorcarse en el baño de su habitación, cuando ambos personajes unen sus destinos, aunque siempre a disgusto del pistolero, quien se ve en la obligación de frenar los impulsos del desquiciado para evitar llamar la atención de la policía, asumiendo que lo mejor que puede hacer para ello es quitar de en medio a su molesto vecino. En Aquí un amigo, basada en una obra teatral de Francis Veber que fue llevada a la pantalla por primera vez en 1973 por Edouard Molinaro en El embrollón, Wilder volvió emplear su ironía, aunque de manera menos sofisticada que en anteriores colaboraciones con su coguionista I. A. L. Diamond, posiblemente porque el material con el que trabajaron era ajeno a sus gustos. No obstante, la entrega del dúo protagonista y la experiencia del cineasta consiguieron un film más digno de lo que se dijo en su momento, que se sustenta sobre el rechazo que Clooney genera en el pistolero y en la atracción que este provoca en el pobre desgraciado que, falto de cariño, piensa suicidarse si no convence a su insatisfecha esposa (Paula Prentiss) para que abandone a su amante (Klaus Kinski) y regrese a su lado. Pero, a pesar de ser una comedia superior a muchas de las rodadas por aquel entonces, Aquí un amigo fracasó en la taquilla y significó el adiós de Wilder al medio en el que se había ganado el derecho a realizar algún largometraje más o menos corriente dentro de su filmografía casi perfecta.
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