¿Quién engañó a Roger Rabbit? (1988)
En ocasiones el cine de animación y el de imagen real se dan la mano para hacer posible situaciones como la de ver en Levando anclas (Anchors Aweigh, George Sidney, 1945) a Gene Kelly sacando a bailar a Jerry el ratón, o en Mary Poppins (Robert Stevenson, 1964) descubrir a los personajes de carne y hueso en un mundo animado que certifica que se trata de una producción de Walt Disney. Pero en estas películas la interacción entre dos concepciones cinematográficas aparentemente opuestas se presentó como un aparte en el desarrollo de su conjunto, ya que sus responsables no pretendían una interrelación como la expuesta en ¿Quién engañó a Roger Rabbit? (Who Framed Roger Rabbit?), en la que Robert Zemeckis experimentó con nuevas técnicas para realizar una original y entretenida simbiosis entre seres animados como Roger o Jessica Rabbit y humanos como Valiant (Bob Hoskins), el investigador privado consumido por el recuerdo de la muerte de su hermano a manos de un dibujo. Estos tres personajes deambulan por espacios reales y animados donde se descubren influencias de los Looney Tunes de la Warner, de las producciones Disney o del cine negro de los años cuarenta, al que Zemeckis caricaturizó al conferirle características de cartoon. Las imágenes iniciales descubren al conejo protagonista provocando destrozos y recibiendo golpes que se acumulan sin freno sobre su cuerpo; este inicio forma parte de un escenario que permite acceder al espacio real donde se filma la última película protagonizada por el alocado y patoso lagomorfo, un conejo que no puede disimular su torpeza fuera de su medio natural de las dos dimensiones. Pero en su vida alejada del ámbito de los toon no tarda en convertirse en un falso culpable, al ser considerado como el único sospechoso del asesinato de Acme, el dueño de la ciudad de los dibus, a quien Valiant fotografió haciendo palmitas con la señora Rabbit. La exuberante Jessica Rabbit no tiene la culpa de las formas de su contorno, ideado por un dibujante que seguramente estaría pensado en mujeres como Gilda (Charles Vidor, 1946) o las femmes fatales encarnadas por Veronica Lake o Lizabeth Scott. Conscientes de esto, resulta precipitado juzgar a Jessica por sus curvas o por su corte de pelo, algo que sí hace el investigador privado, que a pesar de despreciar a las criaturas nacidas de los lápices de colores siente atracción hacia esa mujer que no posee la malicia que anuncia su estampa. A lo lago de su redención, a Valiant se le descubre dominado por su carácter arisco y autodestructivo; sin embargo, durante la investigación, y su inevitable contacto con Roger, su personalidad se va transformando hasta que logra superar sus fantasmas del pasado, instante que se confirma cuando da rienda suelta a su instinto animado, aquel que asume a regañadientes en un número cómico que le permite salvar su vida y la de los Rabbit, y desenmascarar al villano de la función.
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