Título emblemático de la cinematografía alemana y de la filmografía de Josef von Sternberg, El ángel azul (Der blaue engel, 1930) fue la primera de las siete colaboraciones de Sternberg con la por aquel entonces desconocida Marlene Dietrich, a quien, poco después, llevaría a Hollywood y al estrellato. El cineasta estadounidense de origen austríaco también contó con la presencia de la estrella del cine mudo Emil Jannings, con quien había trabajado en La última orden (The Last Command; 1928), cuyo protagonismo reportó al actor el premio a la mejor interpretación masculina en la ceremonia inaugural de los Oscar. Como consecuencia de aquel grato encuentro, Jannings no lo dudó y convenció a Erich Pommer para que —con Ernst Lubitsch fuera de presupuesto— fuese Sternberg el encargado de dirigir la adaptación de la novela de Heinrich Mann Proffesor Unrat.
En la primera película hablada del cine alemán, Jannings encarnó a Immanuel Rath, el estricto profesor apodado “Basura”, que no tolera ni las bromas ni el comportamiento desenfadado de sus alumnos, pues lo considera una burla a su autoridad, amoral e impropio de estudiantes cabales. Esto en apariencia, pero, en realidad, su afán por impedir que los jóvenes se diviertan nace de su resentimiento hacia ellos, posiblemente hacia todos los alumnos que han pasado por su aula. Como consecuencia de su obsesiva necesidad de destruirlos, el catedrático sigue a tres de ellos hasta el Ángel Azul, el cabaret donde se inicia su caída del pedestal de severidad desde el cual venía observando el mundo. Su rigidez, la de su carácter, es fachada, como se comprueba poco después. Su férrea moral es fruto de su orgullo, que le contrapone al clown que lo observa en silencio, como si con su sola presencia le advirtiese del futuro que le aguarda si no sale inmediatamente del camerino de Lola Lola (Marlene Dietrich), la cupletista trasunta de Rosa Fröhlich literaria.
El maduro, amargado y solitario maestro queda fascinado por la seguridad y el erotismo que desprende la artista de variedades, y siente la necesidad de volver a verla. Es un instante que le confunde y al tiempo le fascina. Lola se convierte en su nueva obsesión, y la vida de (Un)Rath se adentra en un abismo de pasión y sumisión que no tarda en destruir su ingenua y tiránica altivez. Tras una noche de juerga en la que se convierte en el nuevo amante de Lola Lola, su vida se revoluciona y cotidianidad sufre las consecuencias. Primero, pierde su empleo y, posteriormente, le pide a Lola que se case con él. ¿Por qué acepta ella casarse con un hombre por quien no muestra la menor consideración? Puede que se haya acostumbrado a utilizar a los hombres a su antojo, quizá para divertirse, quizá para sacar el mayor partido posible a sus relaciones o por estar cansada de ser una simple cupletista. Lo cierto es que por momentos emplea la seducción y el sexo como armas de control, y lo hace de tal manera que el personaje de Marlene se anticipa a la femme fatale del cine negro hollywoodiense de la década de 1940.
Durante un tiempo el matrimonio vive del dinero del profesor, que ha cambiado su orgullo inicial por la humillación que acepta a cambio de permanecer al lado de Lola. Y tras cinco años de matrimonio, de sumisión y de verse convertido en clown, regresa al Ángel azul. Lo hace a regañadientes, pero en ausencia de capacidad de negación, de modo que regresa a la ciudad donde miraba al resto por encima del hombro. Y allí representa su número de payaso, delante de personas que le conocen, lo cual significa la pérdida definitiva de la poca autoestima que le resta.
Sternberg se toma muchas libertades respecto a la novela de Mann, diré que todas las que quiere y más; pero, en esencia, permanece fiel a la hora de exponer la destructiva caída del profesor Basura/Unrat, cuya tragedia no es Lola, si no la soledad y la fragilidad, la cobardía, la ingenuidad y represión moral de un hombre de clase media que se cree superior y que se deja arrastrar por el deseo que Lola le despierta —en la novela sería su obsesión por vengarse de prácticamente toda la ciudad—. La quiere para él y, en su inocencia, cree que conseguirá exclusividad mediante el matrimonio. Lola también es su oportunidad para cambiar de vida, de llenar la soledad y alejarse del doble rechazo que le ha dominado (él que siente por sus alumnos y estos por él) hasta entonces y que le ha convertido en el estricto “Basura”, pero también en la víctima perfecta de cuanto ha censurado desde la tarima sobre la que impartía sus lecciones en el liceo.
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