miércoles, 9 de abril de 2025

Operación Plus Ultra (1966)


Si forzosamente tuviese que elegir algo destacado de Operación Plus Ultra (1966), que no lo encuentro, sería el “hacer” de José Luis López Vázquez dando vida a Rodríguez, el reportero encargado de cubrir la excursión que da pie al film; por su desparpajo, por su indudable capacidad para transmitir naturalidad a sus recreaciones. La presencia del periodista constata lo que se sabía desde el arranque, con el No-Do informando de un concurso que, sin decirlo, obedece a intereses y finalidad propagandísticas. Pero sin tanta propaganda y sin el abuso de tópicos y sensiblería, con un tercio de metraje menos y un cuádruple de humor más, Operación Plus Ultra podría haber sido algo así como un episodio de Historias de la radio (José Luis Sáenz de Heredia, 1955), pero la película de Pedro Lazaga carece de la gracia, de José Isbert y del atractivo del film de Sáenz de Heredia. La historia que Lazaga cuenta se inspira en la real del concurso que le da título, un programa que premió a un grupo de niñas y niños en 1964. En todo momento, lo que cuenta Lazaga, que había estado más inspirado en otras ocasiones, cae en un pozo sin fondo y se pierde en su caída, la de un viaje a ninguna parte que no sea la propaganda y el paternalismo nacionalcatólico de la época. Por momentos, sus imágenes y sus diálogos me traen a la memoria la no menos insulsa El Pórtico de la Gloria (1954), película que una década atrás había escrito y dirigido Rafael J. Salvia, a partir de una idea del popular tenor mexicano José Mojica. Quizás, en la firma de Salvia en el guion de ambas —aunque en esta de Lazaga comparte autoría con Vicente Coello, Joaquín Peláez y Pedro Masó— se explique el parecido, que se me antoja más que razonable. En todo caso, las dos películas plantean un viaje por distintos lugares de la península Ibérica (y por un instante, también en México D. F. y Roma, respectivamente), por donde reparten ridiculez entre los niños y los adultos protagonistas…


El No-Do informa del concurso patrocinado por la Cadena Ser e Iberia (con regalos del Corte Inglés incluidos), en el que unos niños escogidos por su heroísmo recibirán el premio de viajar por la España del desarrollo, del turismo, del catolicismo y de la dictadura que ya lleva más de un cuarto de siglo imponiendo su cuento. Apunta que cada miembro de la expedición tiene su historia de sacrifico, generosidad y heroicidad, pero, más adelante, los uniforman, porque <<debéis ir todos iguales>>, uniformidad a la que aspira (e impone mediante diferentes usos, entre ellos la fuerza, la censura y la represión) cualquier dictadura y a la que tiende a imponer la mayoría en cualquier sistema democrático. En todo caso, Lazaga hace que las niñas y los niños vivan un sueño, pues eso es el viaje que parte de Madrid y salta a Barcelona, y de la Ciudad Condal a Roma, donde el Papa Pablo VI les echa una parrafada en castellano al uso papal. De ahí a Marín, que son dos días, para que los pequeños jueguen a la guerra en un buque al servicio de la escuela naval. En la localidad de la Ría de Pontevedra suben al autobús y llegan a Santiago de Compostela, donde les reciben a las puertas del Hostal a ritmo de muñeira, sonido folclórico que antecede al respetuoso silencio tras cruzar el Pórtico de la Gloria. En el interior de la catedral compostelana, el Botafumeiro y el Altar Mayor, frente al cual rezan los personajes. Desde Santiago visitan el Pazo de Meirás, en el municipio de Sada —aunque aquí Lazaga no recrea, sino que emplea imágenes televisivas donde las cámaras muestran a un Franco sonriente recibiéndoles—. Tras esto, ya solo queda tomarse unas pastillas contra el mareo o regresar a Madrid y cerrar un recorrido  “circular” durante el cual los niños entablan amistad y los mayores son mejores, tan buenos que para qué contar, si me saltarían las lágrimas y mojaría el papel, aunque sea digital. Cuanta sensiblería, que no sensibilidad ni sentimiento, en Operación Plus Ultra, una película que no puede ser más adecuada para el régimen porque de serlo, ya sería su reencarnación; lo cual no podría ser porque la dictadura todavía era la realidad que mandaba en España. Lo que sí es que encaja a la perfección con la imagen paternalista y cristiana (católica) que el régimen desea proyectar hacia fuera y a su público para fomentar su españolidad, como queda claro durante la estancia de los niños en Marín, entre banderas, desfiles y medias verdades como la historia del crucero Baleares, hundido durante la guerra, aunque el oficial que les habla de <<la gloria de la Marina>> no les cuenta contra quién, solo que fue hundido por defender España. Su omisión resulta más que ambigua, engañosa, aunque no para el régimen, pues, al omitir que fueron otros españoles que también luchaban por España quienes lo hundieron, está continuando su verdad, la afianzada tras la derrota de la II República…




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