La historia nos dice que durante el siglo XIX e inicios del XX muchos países y regiones europeas fueron cuna de movimientos migratorios hacia el continente americano. Irlanda fue uno de ellos y, como tal, se convirtió para sus emigrantes en una realidad geográfica y en un sentimiento de apego a los orígenes que, por un motivo u otro, se vieron obligados a abandonar. De madre y padre irlandeses, John Ford no olvidó sus raíces, al menos a esta conclusión nos acercan la evocación de las tradiciones, algunos de sus personajes y el espacio donde se desarrollan La hoja de trébol (The Shamrock Handicap, 1926), El delator (The Informer, 1935), La osa mayor y las estrellas (The Plough and the Stars, 1936), El hombre tranquilo (The Quiet Man, 1952) o La salida de la luna (The Rising of the Moon, 1957). Esta constante de Ford, nacido en Estados Unidos, pero con sus raíces irlandesas siempre presentes, aparece en toda su plenitud en La hoja de trébol, además, habría que sumarle la simpatía del cineasta hacia los desamparados, en ocasiones desvalidos ante las entidades financieras que amenazan la cotidianidad de la unidad familiar, entidades que se individualizan en la presente película en el acreedor que exige a Sir Miles O'Hara (Louis Payne) el pago de una deuda que le obliga a vender su cuadra, salvo a "Dark Rosaleen", la yegua que, avanzado el metraje, se convierte en la esperanza de triunfo de los protagonistas. Los primeros compases del film nos familiarizan con la vida rural irlandesa: la feria del pueblo, los bailes típicos, las carreras de caballos, la imparable emigración, consecuencia de la carestía, o los apretones de manos que cierran tratos como el sellado por O'Hara y Finch (Willard Louis). En definitiva, se trata de mostrarnos la tradición, en este caso concreto de la Irlanda de los O'Hara, los O'Shea y Neil Ross (Leslie Fenton), los protagonistas de esta comedia que se desarrolla en suelo irlandés y estadounidense. Pero a Ford parece interesarle más el primer espacio. En él despliega su sencillez y honestidad cinematográficas para exponer las relaciones (de servidumbre, de amistad o de amor) entre los diferentes personajes que asoman por la pantalla. Esta predilección no implica que las secuencias estadounidenses carezcan de interés, de hecho, uno de los mejores momentos de La hoja de trébol se produce en el continente americano, cuando Con O'Shea (J. Farrell MacDonald) descubre a sir Miles O'Hara, su patrón y su amigo, cavando una zanja a pocos metros de donde él cava la suya. Este momento los iguala. En el nuevo mundo han dejado de ser siervo y patrón para ser solo amigos que luchan por sacar a flote la familia. Pero la escena no concluye aquí, pues, en ese mismo espacio, ambos descubren a viejos conocidos de Éire, en su mayoría policías, oficio tradicionalmente relacionado con los irlandeses, y disfrutan de un instante de nostalgia y camaradería. Física o evocadora, Irlanda forma parte del metraje, como también lo forman el humor fordiano, su gusto por las peleas y por los personajes sencillos o el inevitable romance entre Sheila O'Hara (Janet Gaynor) y Neil Ross. Para romper la barrera social (ella pertenece a una familia aristocrática, él es mozo de cuadra), este último acepta viajar a Estados Unidos con la idea de enriquecerse para regresar a su lado. No obstante, sus planes se tuercen en la primera carrera hípica en la que participa, durante la cual sufre el accidente que le inutiliza la pierna. Pero, al tratarse de una comedia, Ford minimiza el drama con las notas de humor que inserta en las escenas protagonizadas por Virus Cakes (Ely Reynolds) y, avanzados los minutos, con la presencia en suelo norteamericano de los O'Shea y los O'Hara.
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