La noche de la encrucijada (1932)
Después de realizar y destacar con La golfa (La chienne, 1931), Jean Renoir adaptaba la novela La noche de la encrucijada (La nuit du carrefour, 1931) de su amigo Georges Simenon en una película protagonizada por su hermano Pierre Renoir, con su sobrino Claude como ayudante de cámara y con Jacques Becker asumiendo funciones de director de producción. Por tratarse de un film personal, ajeno a la industria cinematográfica, por su elaboración familiar, por su escaso presupuesto, por su libertad formal, por la intención de Renoir de <<subordinar la intriga al ambiente>> y por el extravío de parte del material filmado, La nuit du carrefour fue <<una experiencia completamente loca, en la que no puedo pensar sin nostalgia>>. Así definía el cineasta en sus memorias la primera adaptación de una novela del escritor belga, una adaptación que relega las pesquisas de Maigret (Pierre Renoir) a un plano secundario. A pesar de la pérdida de tres rollos con material filmado, la película no presenta incoherencias narrativas y anticipa la atmósfera cargada, deprimente y nocturna que poco después desarrollará el realismo poético. Pero, de prestar oído a la película, lo que más llama la atención de La noche de la encrucijada (La nuit du carrefour, 1932) no son sus imágenes, son las constantes interferencias del sonido ambiente, de automóviles que no se observan en la pantalla o de herramientas como la lima que, en el garaje de Oscar (Dignimont), impide al comisario escuchar a quien se encuentra al otro lado de la línea telefónica. La experimentación realizada por Renoir en La noche de la encrucijada solo sería un primer paso en el uso del sonido ambiente en sus películas, un paso que alcanzaría mayor perfección en la espléndida y realista Toni (1934). Hoy puede parecer algo normal, pero, por aquel entonces, grabar el sonido en directo no lo era, por lo cual podemos decir que se trata de una película experimental en el uso del sonido, también en los movimientos de cámara y en la ambientación nocturna que la convierte en una de las primeras muestras de cine policíaco y de film noir: con sus locales cargados de humo de tabaco, con los claroscuros o con la presencia de la mujer fatal que, combinando su belleza y su falsa ingenuidad, intenta seducir a ese policía indiferente a cualquier hecho que no se encuentre relacionado con el asesinato de Goldberg, quien, al inicio del film, aparece muerto con un tiro en la sien en el interior de un vehículo que alguien ha ocultado en el garaje que se convierte en uno de los escenarios principales de la trama. La policía tiene un sospechoso: Carl Anderson (Georges Koudria), aunque este mantiene su inocencia en el despacho del comisario. Como sospechoso, Maigret lo interroga, aunque, ante la falta de pruebas sólidas, debe soltarlo y buscar otras vías que le permitan esclarecer el crimen. De modo que se presenta en el lugar de los hechos, acompañando a Carl, y este le presenta a Else (Vinna Winfried), su supuesta hermana. Maigret calla ante el panorama que se le presenta. Tampoco sabemos si tiene algo que decir, si ha descubierto algún indicio o si espera que la solución se presente por sí sola. Pero su tránsito por ese espacio oscuro y embarrado le lleva hasta el garaje donde descubre que el propietario comercia con algo más que gasolina o llantas.
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