En 1956, nueve años antes de rodarse Los desesperados (Szegénylegények), se produjo en Hungría una serie de levantamientos contra el dominio soviético, que concluyeron con la intervención del ejército rojo; la represión que se viviría tras la revuelta sería vista por muchos en el film de Miklos Jancsó, quien se vio obligado a desmentir cualquier similitud existente entre su película y los hechos acaecidos en su país una década antes, de ese modo la película pudo presentarse en Cannes; años después, el director húngaro se retractaría de aquella negación. Los desesperados (Szegénylegények) se inicia informando de la época (1848) y de la situación por la que atravesaba una Hungría gobernada por el emperador Francisco José I, donde la pobreza, las ideas nacionalistas y las luchas antimonárquicas que se producían en Europa convencerían a muchos de sus habitantes para levantarse en armas contra la hegemonía de los Habsburgo. Pero la acción del film no muestra dicho levantamiento, sino una penitenciaria donde los presos no confiesan sus crímenes, circunstancia que marca el comportamiento de los soldados que les vigilan. Los métodos utilizados para que denuncien a sus líderes no funcionan, la falta de pruebas o confesiones que les permita conocer la identidad de los cabecillas de la revuelta provocan un cambio de estrategia, la cual se expone cuando arrestan a Gajdar János (János Görbe), a quien se le propone su indulto si encuentra a algún preso que haya cometido más homicidios que él. Este hombre entra en la prisión con la desesperación y la esperanza de hallar a ese individuo que le libre de la muerte, por ello no duda en interrogar, descaradamente, a sus compañeros. La delación y la represión son los dos ejes principales de un film que muestra la condición extrema por la que atraviesan unos presos condenados a permanecer en un espacio reducido, donde se les aísla en un intento por mermar su resistencia, con el fin de alcanzar el objetivo propuesto: encontrar a esos líderes que podrían estar entre los presos. La intención de János no tarda en ser descubierta por sus compañeros, a pesar de que se les encapuche para que no puedan reconocerle cuando les delata. Las autoridades, conscientes de que su topo ha sido desenmascarado, permiten su muerte a manos de algún compañero, o por decirlo de otra manera buscan nuevos sospechosos a quien presionar y convencer, bajo coacción, de que pueden salvar sus vidas si delatan a alguno de los cabecillas. Kabai padre (Tibor Molnár) y Kabai hijo (András Kozák) se niegan a delatar a pesar de la confirmación de que uno de ellos debe pagar por el homicidio de János, sin embargo, cuando les separan y les retienen en habitaciones distintas Kabai hijo se decide a mentir, aprovechando que las autoridades ignoran los rostros de los líderes de la revuelta; así pues, el preso llega a la conclusión de que si les engaña puede salvar sus vidas a cambio de la de otro convicto; no obstante, su ardid no tiene éxito, ya que los oficiales saben que ha mentido y continúan apretando hasta que delata al verdadero asesino de János. Los desesperados (Szegénylegények) muestra como los oficiales utilizan la coacción mental (estrategia mucho más efectiva que las supuestas torturas físicas empleadas con anterioridad) para provocar el miedo que les permita someter a los presos a su voluntad, logrando que delaten a sus compañeros en un intento de salvar la vida, circunstancia que, posiblemente, también se habría producido durante la revuelta de 1956, la misma que la película no muestra, pero a la que alude cambiando la hegemonía soviética por la de los soldados de la casa Habsburgo que intentan acabar con la rebelión nacionalista liderada por Lajos Kossuth, la cual sería aplastada en 1849 (el mismo fin que la de 1956).
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