lunes, 9 de abril de 2012

La senda tenebrosa (1947)



Sin tiempo para digerir los títulos de crédito iniciales, las primeras imágenes de La senda tenebrosa (Dark Passage, 1947) informan de que se ha producido una fuga en la penitenciaria de San Quentin. La cámara encuadra la parte trasera de un camión que transporta bidones vacíos; o eso se sospecha, pues en uno se esconde un fugitivo a quien no se ve, pero de quien se intuye su presencia cuando, desde el interior, mueve el recipiente para que este se balancee y ruede pendiente abajo hasta detenerse y liberar al convicto. La cámara de Delmer Daves ya no muestra un plano general, sino la visión subjetiva del prófugo, tal como había realizado Rouben Mamoulian en los primeros compases de la magistral El hombre y el monstruo (Dr. Jekyll and Mr. Hyde, 1931). La lente de Daves se convierte en los ojos del protagonista, que observan cuanto le rodea, permitiendo que el público se ponga en la piel del fugitivo. Este planteamiento subjetivo no ofrece concesiones ni respiro, creando una atmósfera tensa y opresiva que atrapa y nos adentra en las sombras, en compañía de un fugitivo sin rostro que nos guía desde sus pensamientos y desde las imágenes y sonidos captados por sus sentidos. Durante su primera hora, La senda tenebrosa no muestra el rostro del convicto, salvo en una fotografía publicada en la página del periódico donde se informa a la población de la evasión de Vincent Parry (Humphrey Bogart), quien se ha escapado después de diez años en el presidio. Pero, antes de leer la noticia en el jornal, su crimen y su descripción se descubren mediante la emisión del boletín informativo que escucha en la radio del automóvil que le ha recogido en la carretera. El conductor (Clifton Young) pregunta, le observa y vuelve a preguntar, delatando que le ha descubierto; Parry (la cámara) no deja de mirarle, consciente de que debe tomar una decisión drástica: golpear al desconocido para detener un vehículo que no tarda en abandonar.


El estilo narrativo empleado por Dalmer Daves no ofrece concesiones, creando una atmósfera tensa que atrapa a Vincent Parry dentro de una senda oscura y marcada por la que deambula sin entrever su final, todo cuanto observa a su alrededor podría significar amenaza, por eso debe apurar sus pocas opciones, con una mínima esperanza de recuperar una vida que se le escapa. El destino cobra una importancia vital en el presente de este convicto fugado, cuando se ve sorprendido por una mujer que le ofrece su ayuda y, en su mente, se asientan la confusión, las dudas y los temores. Sin embargo, acepta. Irene Jansen (
Lauren Bacall) le esconde en la parte trasera de su automóvil y, tras salvar los controles policiales, llegan a San Francisco. ¿Por qué se ha arriesgado? Parry encuentra la respuesta en el apartamento de Irene, cuando ésta le muestra las cartas que envió a la prensa, protestando por el trato injusto que observó durante su proceso. La narrativa de La senda tenebrosa impacta por su exposición subjetiva, dejando que el fugitivo guíe, mediante sus pensamientos, su mirada o sus escuchas, buena parte de la narración; así se descubre que Parry conoce a Madge Raft (Agnes Moorehead), a quien observa a través de la mirilla de la puerta del apartamento, una mujer que le recuerda el pasado, la misma que declaró contra él. La aparición de Madge acelera la decisión de Parry, quien se despide de Irene con la intención de acudir a casa de George Fellsinger (Rory Mallinson), su único amigo. Parry viaja sumido entre las preguntas sin respuestas y las sombras que dominan el asiento posterior del taxi que le aleja de Irene, sin embargo, la aparta de su mente al escuchar las palabras del taxista (Tom D'Andrea), quien dice reconocerle y que puede ayudarle. ¿Por qué lo hace? Simplemente porque estudia las caras, y la de su cliente le gusta. De nuevo el destino juega con el fugitivo, poniendo en su camino a un taxista que conoce a alguien que podría alterar la fisionomía de su rostro; sólo necesita un lugar donde recuperarse (la casa de George) y 200 $ para el cirujano. La operación de Parry resulta un éxito, al menos eso dice el doctor Coley (Houseley Stevenson), sin embargo, él no puede ver más que las vendas que cubren su rostro. La senda tenebrosa no permite un respiro para ese hombre que se declara inocente del crimen de su esposa, como también lo es de la muerte de George Fellsinger, a quien encuentra asesinado en el suelo de la casa que iba a servirle de refugio. Parry no tiene pruebas que demuestren esa inocencia en la que cree Irene, a quien necesita una vez más y hasta quien llega tambaleándose por las calles, sin poder pensar con claridad acerca de un coche que le resulta familiar.

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