La caza del Octubre Rojo (1990)
Desconozco por entero la obra literaria de Tom Clancy, pero mi ignorancia no implica que no sepa que Jack Ryan es el personaje central de varias novelas suyas y que es el protagonista de distintas adaptaciones cinematográficas, siendo la primera, la realizada por John McTiernan, la más atractiva y equilibrada en su ritmo narrativo. El acierto de La caza del Octubre Rojo (The Hunt for Red October, 1990) consistió en ofrecer menos protagonismo al analista de la Agencia y permitir que fuese un film más abierto en cuanto a personajes y al desarrollo de una intriga que se divide en tres frentes que acabarán convirtiéndose en uno solo. El primero se centra en el capitán de submarino Marcus Remius (Sean Connery), quien, según sabremos por sus propias palabras —en el que puede considerarse el único instante íntimo del film—, se ha pasado media vida en la mar, librando una batalla silenciosa, una guerra que le apartó de su esposa, fallecida un año antes de emprender la misión a bordo del submarino atómico más moderno del mundo, una nave que podría presentarse en cualquier punto del planeta sin previo aviso y allí lanzar su arsenal nuclear. El descubrimiento del Octubre Rojo por parte del servicio de inteligencia británico alerta a Jack Ryan (Alec Baldwin) para que tome el primer vuelo con destino a los Estados Unidos, con el fin de presentarse ante su superior, el almirante Greer (James Earl Jones), e informarle de un hecho que podría afectar al equilibrio entre las dos potencias. El final de la Guerra Fría se acerca, pero ni americanos ni soviéticos dejan de vigilarse mutuamente, hecho que se confirma cuando el submarino Dallas, capitaneado por Bart Mancuso (Scott Glenn), capta la señal de un nuevo sumergible soviético, que, al instante, desaparece sin dejar rastro. La posibilidad de que los soviéticos hayan desarrollado un sistema silencioso provoca que el jefe de defensa Jeffrey Pelt (Richard Jordan) convoque una reunión de emergencia en la que Ryan insiste en la descabellada hipótesis de que el capitán Remius intenta desertar. Su teoría es rechazada por los oficiales que se encuentran presentes en la sala, sin embargo convence a Pelt, quien le concede tres días para demostrarla; cumplido el plazo, la flota estadounidense se lanzará a la caza y destrucción del Octubre Rojo.
La caza del Octubre Rojo se presenta como una lucha contra el reloj y contra las dudas que surgen en torno a la posibilidad de que el capitán Ramius haya enloquecido y se proponga lanzar un ataque unilateral de misiles nucleares, postura que defiende el embajador soviético (Joss Ackland) cuando solicita la ayuda de los estadounidenses para hundirlo, pero omitiendo el contenido de la carta que Ramius envió al alto mando de la flota soviética antes de hacerse a la mar. De ese modo, sin pretenderlo, Jack Ryan se ve en la obligación de cambiar la comodidad de su despacho londinense por una aventura peligrosa en la que se enfrenta a sus miedos; al tiempo que debe convencer y convencerse de cuanto ha defendido e idear un plan para contactar con el submarino, porque existe la remota posibilidad de hacerse con un buque cuya oficialidad podría querer desertar. La atractiva acción desarrollada por John McTiernan muestra a varios personajes que tienen en sus manos el destino de una nave capitaneada por ese viejo lobo de mar que aventaja a sus perseguidores, un hombre a quien Jack Ryan admira y a quien no considera capaz de lanzar misiles sobre suelo americano, porque reconoce, en los movimientos del Octubre Rojo y de su capitán, una intención que sólo él se ha planteado y que debe confirmar a riesgo de su vida.
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