lunes, 4 de marzo de 2019

Polisse (2011)


En Ley 627 (L.627, 1992) Bertrand Tavernier asume el relato policial, humano y realista, para acercarnos a la cotidianidad de un agente de la policía parisina. Nuestro contacto con su día a día nos permite comprender que no es un estereotipo, ni héroe ni villano, solo una persona que realiza su trabajo sin poder evitar que este le afecte en su vida personal, pero ¿quién es capaz de mantener ambos separados? En Hoy empieza todo (Ça commence aujourd' hui, 1999), Tavernier insiste, con acierto, en la crónica cinematográfica, cercana al documental, que busca autenticidad y la prioriza en el centro infantil del barrio marginal parisino donde nos descubre los problemas que forman parte de la realidad diaria de su director, del profesorado, del alumnado y de los padres. La veracidad domina ambas películas y una similar la consigue Laurent Cantet en La clase (Entre les murs, 2008), film en el que, sin caer en tópicos ni superficialidades, el realizador expone la situación de los adolescentes del aula donde la diversidad cultural y religiosa, la falta de motivación y la sombra del fracaso marcan la monotonía. Las tres películas se desarrollan en un París deslucido, que no se descubre en las postales ni, tomando prestada la expresión de Bresson, en el "tarjetapostalismo" visual que prevalece en películas que priorizan la evasión y se decantan por la evasiva. Las tres despojan a las imágenes de cualquier efecto innecesario que las aleje de la búsqueda de autenticidad en personajes, relaciones y situaciones. Maïwenn también escoge el París real y marginal para dar forma a la cotidianidad de la brigada policial protagonista de Polisse (2011), una cotidianidad a la que accedemos instantes antes de la llegada de Melissa (Maïwenn), quien, como nosotros, inicialmente es ajena al entorno que descubre después de que el Ministerio de Interior le encargue el reportaje fotográfico de las labores policiales. Con su cámara en mano, se convierte en testigo presencial de las circunstancias laborales y personales de los hombres y mujeres que a diario se encargan de la protección de menores y que, al igual que los protagonistas de Ley 627, ni son héroes ni realizan acciones que se ajusten a heroicidades cinematográficas, aunque, en realidad, su labor implica cierto grado de heroísmo y, a menudo, más de lo que desean, de sacrificio y contrariedad. Los agentes forman una especie de familia; la observamos en la comisaría, entrevistando a posibles víctimas y probables agresores, en la intimidad de cada miembro o en el comedor donde charlan, ríen, discuten y, evidentemente, comen y beben. Estos hombres y mujeres nos descubren sus relaciones profesionales y personales, sus reacciones e impresiones ante los abusos sufridos por los menores y, como consecuencia, nos muestran el conflicto externo e interno en el que viven. Parte de su vida cohabita con la precariedad y con el peligro al que están expuestos los niños y niñas que los agentes intentan proteger, aunque, por mucho que intenten erradicar los delitos, todos ellos sienten la sensación de no poder cambiar el entorno donde a diario conviven con las miserias de las que ninguno puede mantenerse al margen. Como crónica de hechos, de interés social y humano, Polisse busca realismo, en ocasiones incluso parece forzarlo, para mostrarnos las experiencia de esos agentes a quienes Maïwenn observa en su profesionalidad, pero también en su intimidad, lo cual conlleva que ambos mundos (el personal y el laboral) se fusionen en cada uno de los protagonistas en una realidad única, aquella que les afecta, incluso en ocasiones les supera y desequilibra, y provoca sus reacciones.


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