Tanto sus guiones para Michel Gondry o Spike Jonze como los que él mismo ha dirigido confirman que Charlie Kaufman posee un universo rico en subjetividad donde la condición humana y las relaciones entre individuos adquieren el protagonismo, también las formas inusuales de narrarlas y de mostrarnos a sus personajes. En el caso de Anomalisa (2015), su segundo largometraje como director, sus personajes se convierten en marionetas humanas, pues eso es lo que son literal y simbólicamente Michael y Lisa, marionetas de la vida y de su interpretación de la misma. Desapercibida durante su estreno comercial, Anomalisa presenta desde su apariencia de animación stop-motion destellos de gran película, en la delicadeza y en la intimidad compartida por sus dos protagonistas y en la sencillez-complejidad de las relaciones humanas expuestas por Kaufman, su guionista y su codirector, y por Duke Johnson, uno de los responsables de la serie de animación Frankenhole. Indudablemente este film remite a la subjetividad del primero, desde la cual accedemos a lo cotidiano, a la naturaleza humana, a las relaciones del individuo consigo mismo y con el entorno donde descubrimos insatisfacciones y comportamientos a primera vista tan anómalos como para Michael resulta descubrir que existe alguien especial como Anomalisa. La idea expuesta por Kaufman y Johnson en Anomalisa no es nueva, aunque sí resulta inusual la forma de exponer la monotonía y el vacío en el que vive su desesperado protagonista masculino, incapaz de evitar la sensación de que cuantos le rodean son iguales. Dicha sensación se descubre en el cansancio vital de Michael Stone, en su mirada y en su desequilibrio, del que no puede escapar y que provoca que todos los rostros sean siempre el mismo y las voces, una sola, la misma que atribuye y escucha sea quien sea el que hable. Por este motivo no puede dejar de sorprenderse y de enamorarse de Lisa, cuya voz le suena distinta a la del resto, una voz que aporta luz y un nuevo sonido a la monotonía existencial de Michael, atrapado en su insatisfacción y en su comprensión del espacio humano que habita. Resulta un acierto empezar a escuchar la voz de Tom Noonan en los diferentes personajes, al inicio quizá esta pase desapercibida, pero pronto sorprende y comprendemos el por qué, tras bajar del avión, Michael transita por el aeropuerto de Cincinnati como un autómata que solo desea desconectar y para lograrlo (sin éxito) enciende su reproductor de música y, escuchando esa misma voz musicalizada, avanza entre la gente hacia una salida que le depara la entrada a la misma monotonía que le persigue allí donde va, pues esa sensación se encuentra dentro de él. Michael es un hombre de mediana edad que huye, siempre lo ha hecho: lo hizo de su relación pasada y ahora parece hacerlo de su matrimonio, ya que nada de lo que ha vivido le reporta la vitalidad y la novedad que ansía, más bien lo sumerge en la constante apatía de la que solo escapa al escuchar, al otro lado de la habitación de hotel donde se aloja, la voz de una desconocida, una voz que altera su pulso, genera su ilusión y el inicio de su búsqueda y del ansiado encuentro. Dentro de la ilógica que le persigue, y habita en él, resulta lógico que se enamore de Lisa, de lo que esta representa para él: un soplo de aire fresco, quizá una aventura que le depare sentirse vivo por un instante que le gustaría prolongar en el tiempo. No se enamora de su cuerpo, ni de su inteligencia, ni siquiera de su dulzura ni de su deseo de vivir, se enamora de aquello que escapa de la normalidad que lo ahoga. Lisa es especial y lo es porque la ve y la escucha diferente y esta distinción trastoca la frustración en la que Michael vive su desequilibrio y su idea de que todo y todos son iguales. Dicho desequilibrio llega a nosotros durante su soledad inicial, también durante la final en su fiesta de cumpleaños, o durante su intento de comprender por qué huyó de su relación con Bella, su antigua novia, con quien se cita diez años después de haberla abandonado. Pero también llega a nosotros la sensación de que se trata de un individuo incapaz de escuchar las palabras de Lisa, su contenido, más allá de ese tono distinto que le atrae y le lleva a intentar una relación que está condenada a no sobrevivir más allá de esa noche que comparten, pues es evidente que la crisis existencial de Michael lo persigue y lo perseguirá en su realidad, en sus deseos insatisfechos y en su necesidad de llenar el vacío que posiblemente él mismo ha generado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario