Bach (Crónica de Anna Magdalena Bach, Mi nombre es Bach), Beethoven (Eroica, Amor inmortal, Copying Beethoven), Chopin (Canción inolvidable, Pasiones privadas de una mujer), Mozart (The Mozart Story, Amadeus), Rossini (Rossini, ¡Rossini! ¡Rossini!) Shubert (Música inmortal, Sinfonía de amor) o Wagner (Wagner, Ludwig) son algunos de los grandes compositores clásicos que, con mayor o menor fortuna, han pasado a formar parte del mundo del celuloide gracias a producciones que presentan momentos puntuales de sus vidas y de sus obras, dramatizando sus existencias desde la alteración de hechos, pasando por perspectivas históricas o románticas que a menudo caen en la sensiblería, pero la gran mayoría ceñidas a los cánones usuales de los biopic. El ejemplo más atípico y arriesgado de estas biografías cinematográficas lo podemos encontrar en el debut como realizadores de la pareja formada por Danièle Huillet y Jean-Marie Straub en Crónica de Anna Magdalena Bach (Chronik der Anna Magdalena Bach), que centra su atención en la música de Johann Sebastian Bach, a la que se accede mediante las palabras extraídas del diario de Anna Magdalena, su esposa, que resuenan en los espacios cerrados y reales donde el compositor desarrolló su talento. Ajenos a las biografías convencionales, los autores del film muestran imágenes de documentos de la época (cartas, planos de ciudades, partituras u originales de algunas composiciones de Bach), pero sobre todo muestran el sonido de su música a través de las imágenes que se desarrollan en una sucesión de interpretaciones de piezas musicales que, a diferencia del resto de biografías de compositores, no funcionan ni como adorno ni como acompañamiento, sino que se erigen en el eje estético de cuanto se observa en la pantalla. De hecho, la particular visión cinematográfica de Straub-Huillet convierte a Crónica de Anna Magdalena Bach en un film único, innovador, valiente e inclasificable (desde una perspectiva genérica), pues no se trata de acceder al compositor mediante una sucesión de acontecimientos dramatizados de su vida, ya que la película es ajena a cualquier tipo de dramatismo, siendo la música la que permite y provoca la evolución fílmica que se complementa con la lectura de fragmentos del diario de Anna Magdalena (Christiane Lang) y, en menor medida, con la intervención en momentos puntuales de Johann Sebastian Bach (Gustav Leonhardt), lo que permite un acceso mínimo y realista a aspectos de su vida en común (la muerte de varios de sus hijos o algunos problemas de Bach con los responsables culturales de Leipzig), pero siempre supeditadas a las interpretaciones de cámara, en iglesias, palacios o en el hogar de los Bach, interpretaciones dominadas por la presencia de los músicos, de los instrumentos y por la evolución de un compositor fundamental en el desarrollo de la música como arte universal.
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