Joseph H. Lewis, una precisión de cine
Sin ánimo de desprestigiar el medio televisivo, que ya el propio medio se encargó de ello allá por la década de 1980 y 1990, un director de la capacidad narrativa y cinematográfica de Joseph H. Lewis acabó sus días dirigiendo episodios de El hombre del rifle (The Rifleman, 1958-1963), Bonanza (1963), La ley del revólver (1965) o Valle de pasiones (1965-1966). Pero Lewis no fue una excepción, muchos otros directores de talento, como el caso de Budd Boetticher, corrieron la misma suerte, mientras, también se producía un efecto inverso, ya que nombres surgidos del medio televisivo (y también dotados de talento) como Arthur Penn, Martin Ritt o Sidney Lumet dieron el salto al cine. Un par de décadas antes de que esto sucediese, en 1935, Lewis ejercía como supervisor de montajes y editor; dos años después accedió a la realización con The Navy Spy (Crane Wilbur, 1937) y The Gold Racket (Louis J. Gasnier, 1937), aunque en ninguna de ellas su nombre aparece acreditado. El primer film firmado por Joseph H.Lewis fue Luchadores del oeste (Courage of the West, 1937), un western al que siguieron otros de apenas una hora de duración (Texas Stagecoach, The Man from Tumbleweeds o su continuación The Return of Wild Bill). Años más tarde, en la segunda mitad de la década de 1950, regresó al género para cerrar su filmografía con: El séptimo de caballería (7th Cavalry, 1956), La calle sin ley (A Lawless Street, 1956), ambos interpretados por Randolph Scott, Odio contra odio (The Halliday Brand, 1957) y Terror en una ciudad de Texas (Terror in a Texas Town, 1958), su último largometraje.
Durante sus veinte años como director de largometrajes, Lewis destacó por desarrollar un estilo propio condicionado por la rapidez con la que encaraba los rodajes, acostumbrado a tener poco tiempo para ellos, lo que le obligó a perfeccionar una habilidad narrativa precisa, contundente, pero también creativa, que indaga en aspectos emocionales de los personajes que pueblan sus films; un estilo que emplearía tanto en sus producciones de serie B como en aquellas de las que gozó de mayor holgura económica. En todas ellas (o en su mayoría) destaca su afán por mostrar las reacciones de los protagonistas ante las situaciones que los condicionan y les obligan a tomar decisiones en ocasiones extremas. El fantasma invisible (The Invisible Ghost, 1941) es su primera producción destacada y una de las primeras grandes obras de la denominada serie B. Realizada en el pequeño estudio Monogram, contó con la participación de Bela Lugosi en el papel de un hombre obsesionado con la imagen de su esposa, desaparecida tiempo atrás, hasta el extremo de convertirse en un asesino inconsciente de serlo. Esta producción de terror de bajo presupuesto presenta características que se irían encontrando en films sucesivos ya fuese en la aventura de El espadachín (The Swordsman, 1947), en la que narró de manera ágil el odio entre dos clanes escoceses, o en la bélica Paralelo 38 (Retreat Hell, 1952), película que se desarrolla en plena guerra de Corea y se centra en las emociones de sus tres protagonistas principales, aunque desde una perspectiva que no esconde un posicionamiento que ensalza al cuerpo de marines al que pertenecen los soldados. Pero sin duda alguna, fue el cine negro el género en el que mejor pudo desarrollar su estilo, plasmado en obras imprescindibles como: Mi nombre es Julia Ross (My Name is Julia Ross, 1945), So Dark The Night (1946), Relato criminal (The Undercover Man, 1949), A Lady without Passport (1950), El demonio de las armas (Gun Crazy, 1950), quizá su obra más conocida, y Agente especial (The Big Combo, 1955).
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