Según parece fue John Ford quien recomendó a Raoul Walsh que hiciera una prueba a John Wayne para ser el protagonista de La gran jornada (The Big Trail); por aquel entonces Wayne era un joven actor a quien el director de Centauros del desierto (The Searchers) había empleado como figurante en alguna de sus películas; de ese modo, Marion Morrison conseguía su gran oportunidad y el nombre por el que sería conocido, sin embargo, el fracaso comercial del film provocó que se viera relegado a numerosas producciones de menor envergadura, como también le ocurrió al western, y no sería hasta nueve años después cuando el actor asentó su posición dentro de la industria, gracias a Ford y a su empeño de que protagonizase La diligencia (Sategcoach). Resulta como mínimo curioso que el éxito o el fracaso de un film no resida en su calidad, de hecho, películas como La noche del cazador (The Night of the Hunter) o El gran carnaval (Ace in the Hole) son dos obras maestras que fueron sonados fracasos de taquilla que recibieron duras críticas, hecho que también ocurrió con La gran jornada (The Big Trail), aunque, evidentemente, ésta no se encuentra a la altura de aquéllas, pero sin duda se trata de un buena película. En la actualidad se considera al film de Raoul Walsh como uno de los westerns que ayudó a cimentar las características del género, influyendo en posteriores producciones, sobre todo en las que se exponen itinerarios de caravanas. A primera vista se trata de un film sonoro, pero Walsh construyó su película desde una perspectiva que encajaría a la perfección dentro del silente, y como tal podría funcionar sin la necesidad de sus diálogos, muchos de los cuales se antojan superficiales e innecesarios, o sin la presencia del supuesto toque humorístico que recae en la figura de un colono a quien, por no llamar pelmazo, llaman Gus (El Brendel); de hecho, el viaje de estos aventureros avanza gracias a la constante presencia de carteles explicativos que indican las inclemencias a las que se ven expuestos. La gran jornada (The Big Trail) no cuenta entre los mejores westerns de Walsh, pero resulta interesante en cuanto a su exposición realista, presenta desde varios frentes que se desarrollan a lo largo del viaje liderado por Breck Coleman (John Wayne) y Red Flack (Tyrone Power, Sr.), héroe y antihéroe de esta epopeya del oeste en la que la venganza, el sacrificio y el romance son los puntos sobre los que se apoya el relato. Sin embargo, lo mejor de este film pionero se descubre en las trabas que surgen durante el camino, aquellas que el grupo de colonos debe superar una vez se adentra por esas tierras desconocidas, impulsados por una esperanza que se tambalea a medida que se acumulan los miles de kilómetros de lento caminar de bestias y carretas por un espacio amenazado por la dificultad del terreno, por las inclemencias climáticas, por la falta de agua o por los ataques de los indios. Ni siquiera Coleman es capaz de evitar dichas trabas, aunque a él le afectan en menor medida que al resto, debido a que su motor existencial no reside en la ilusión de alcanzar un territorio que ya conoce; a él le impulsa la necesidad de encontrar a los asesinos de su mejor amigo, motivo que le convence para unirse a la expedición, pues sospecha que López (Charles Stevens) y Red Flack fueron los responsables; no obstante, carece de pruebas, pero, a lo largo de los cinco mil kilómetros de sufrimiento, sed y muerte, tendrá tiempo para hallarlas y para enamorarse de Ruth Cameron (Marguerite Churchill), la mujer que inicialmente le rechaza.
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