En un primer momento, Fritz Lang pretendía hacerse con los derechos de la novela de Graham Greene, pero la Paramount se adelantó a su intención; no obstante los responsables de la productora le ofrecieron la posibilidad de dirigir la adaptación y éste aceptó el proyecto sin poner condiciones, algo de lo que posteriormente se arrepentiría. A pesar de no tratarse de un film personal, El ministerio del miedo (Ministry of Fear, 1944) lleva la impronta de su director, y eso que tuvo que rodar un guión que detestaba, escrito por Seton I. Miller, quien también ejercía de productor, pero que manejó de manera brillante, creando una atmósfera enrarecida (cercana a una pesadilla) como la que se vivía en la época en la que fue rodada, Partiendo del hecho de ser un film ajeno a Lang, se aprecia en El ministerio del miedo que el director se sintió más cómodo en su primera parte (más fantasmagórica e intensa) que tras la llegada de Stephen Neale (Ray Milland) a Londres, donde se produce su encuentro con Carla Hilfe (Marjorie Reynolds), a quien le unirá una relación menos contundente que en otras producciones dirigidas por Lang. La historia arranca con Stephen Neale abandonando el psiquiátrico en el que ha pasado los últimos años de su vida (como consecuencia de la muerte de su esposa), un lugar de soledad donde su tiempo se detuvo, por eso cuando se encuentra en libertad quiere sentir que ha regresado al mundo de los vivos (enfrascado en una guerra), escuchar el bullicio y los ruidos de una gran ciudad como Londres. Antes de tomar el tren que le llevará hasta la capital se detiene en una feria benéfica donde pretende disfrutar de sus primeros minutos de libertad. Lo que se prometía como su primera diversión en años se convierte en un extraño acontecimiento relacionado con una adivina y la información que ésta le proporciona para obtener el pastel que se sortea en uno de los puestos. Tras ganar el premio Neale se muestra contento y satisfecho, no sospecha nada extraño hasta que se produce la aparición de un misterioso caballero, y la insistente reclamación de aquel y otros para que devuelva lo que ha ganado, petición a la que se niega antes de abandonar el recinto ferial y subir al tren que debe conducirle hacia esa nueva vida. Lo que no sabe, y pronto descubre, es que su nueva existencia podría ser demasiado breve, ya que el peligro se acomoda en su mismo vagón, donde le golpean y le roban el dichoso pastel. Stephen sale tras el asaltante, pero no puede descubrir nada, pues una bomba, lanzada desde un avión alemán, explosiona sobre el asaltante, enterrándole entre los escombros de un vieja casa. Después de la extraña experiencia sufrida por Neale se inicia la segunda parte del film, con su llegada a Londres, donde acude hasta la fundación que organizó la feria, dirigida por Carla y Willy Hilfe (Carl Esmond), dos hermanos exiliados como consecuencia del régimen que gobierna en su país natal y que le ofrecen la información precisa para contactar con la adivina, que resulta ser otra mujer. Neale presiente un complot, urdido por una fuerza invisible contra la que debe enfrentarse (sería el tercer film antinazi rodado por Lang en Estados Unidos) para demostrar su inocencia, ya que durante la visita a la casa de la adivina se produce un asesinato que le convierte en falso culpable y en blanco de la red de espionaje.
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