Antes
de la guerra, Carol Reed ya había realizado películas tan
logradas como El amor manda (Happy Holyday,
1938), pero fue tras la Segunda Guerra Mundial cuando enlazó una
serie de títulos magistrales que da cuenta de su calidad como
cineasta. La película que abre ese periodo de esplendor, Larga
es la noche (Odd Man Out, 1947), es un soberbio y
sombrío retrato humano, urbano y nocturno con el conflicto británico-irlandés de telón de fondo. Calles, locales, casas y
personas, todos parecen estar atrapados entre dos antagónicos, pero también entre egoísmos y miserias propias y extrañas.
Su tono espectral y nocturno; sus personajes, las interpretaciones, la sensación de estar atrapados en una pesadilla, la imposibilidad de despertar y liberarse, la tensión y la subjetividad potenciadas por el estilo empleado por Carol Reed hacen de esta magistral película un film moderno que no se ancla en más tiempo que el de la interioridad humana. Tanto la oscuridad de la noche como la lluvia o la nieve responden más a un estado interno, espiritual, que al espacio urbano donde se desarrolla el drama existencial del fugitivo interpretado por un espléndido James Mason. Larga es la noche desarrolla su trama en una sola jornada, la
mayor parte durante la nocturnidad apuntada en su título en castellano. Frío, lluvioso y, avanzadas las horas, nevado, el ocaso temporal y vital expuesto por Reed es nervioso y alucinado —sombras, planos inclinados, espectros del pasado,... realzan tal sensación—, como dos años después lo será El tercer hombre (The Third Man, 1949), mezcla de pesadilla, traición, persecución, huida, pero también de pureza y amor. Es la noche de Johnny McQueen (James Mason) y de las
personas que le buscan y de quienes se encuentra con él después del robo en la
fábrica donde, tras un forcejeo durante la fuga, mata al empleado que le hiere de gravedad.
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