En su primera película con Dino Risi, Vittorio Gassman se transforma en cualquier personaje que le permita llevar a cabo sus timos. Su versatilidad no solo se encuentra en la facilidad con la que cambia de identidad según le convenga en cada momento del film, sino en satirizar la realidad que nos llega a través de su conversación con el hombre que ha pretendido timarlo a él, al rey de los estafadores, de los mentirosos, de los actores, porque al fin y al cabo, ¿qué es un actor, si no un experto en el embuste y el timo? En la jerga teatral "mattatore" alude al actor cuyas dotes interpretativas sobresalen sobre las resto de sus compañeros; además, dicho término sirvió de título para el exitoso programa televisivo que Gassman protagonizó a finales de la década de 1950 y para esta esplendida farsa que le unió profesionalmente a Risi. El estafador (Il mattatore, 1960) también fue la primera colaboración de Risi y Ettore Scola, dos nombres fundamentales de la commedia all'italiana, y la de este con Gassman, que, en su interpretación de Gerardo, dio rienda suelta a su capacidad camaleónica y la vis cómica que había despuntado bajo la dirección de Mario Monicelli -otro imprescindible del género- en Rufufú (I soliti ignoti, 1958) y La Gran Guerra (La Grande Guerra, 1959). Sin embargo, aquí asume un rol autoparódico de "mil rostros" que nos acerca a la realidad de un actor sin talento sobre las tablas -antítesis del prestigioso Gassman intérprete teatral-, pero sobrado para triunfar en las calles, restaurantes, joyerías, iglesias o en el ministerio de aviación donde realiza una de sus grandes estafas. La realidad es su escenario y en ella cambia de registro, de imagen, de acento, de profesión, y actúa con magistral desenvoltura en timos que encuentran sus víctimas en individuos que se dejan embaucar porque ambicionan sacar tajada de los supuestos negocios que les propone. La historia de Gerardo arranca en el presente, cuando llega a su hogar y habla con Annalisa (Ana Maria Ferrero), su mujer, de la precariedad en la que viven, consecuencia de su trabajo mal remunerado. Se queja y recuerda cuando vivía a lo grande, aunque todavía ignoramos si exagera y a qué se dedicaba antes de casarse y ser uno más entre tantos. Pronto lo sabremos, gracias al desconocido que llama a la puerta e intenta venderles un candelabro de plata, que no es más que el cebo para la estafa que Gerardo huele a distancia. No cae en la trampa, acusa al delincuente de falto de talento y le narra sus experiencias; desde su despido del teatro donde también trabajaba Annalisa hasta su último timo, del cual salió timado. Como cualquier otro personaje de la commedia all'italiana el protagonista de El estafador es la caricatura de un individuo corriente que, a base de mentiras, intenta apañárselas en su cotidianidad, aunque en su caso intenta amoldarla a su necesidad de alejarse del hombre corriente que es en el presente. Tras ser despedido del teatro acepta participar en el negocio que le propone un amigo, un negocio que da con sus huesos en la cárcel donde obtiene un enorme éxito al poner en escena el monólogo de Marco Antonio del Julio César shakespeariano. Entre rejas conoce a Chinotto (Peppino De Filippo), su compañero del celda, su mentor y su socio cuando ambos regresen a la calle tras una de tantas amnistías. Como buen ejemplo de comedia italiana, El estafador es un farsa corrosiva y desenfadada que satiriza situaciones y personajes para burlarse de la inmoralidad que impera en la cotidianidad que Risi parodia y adapta a la imagen de su cara dura protagonista: un individuo que se realiza en la mentira, en la interpretación de los más variopintos personajes con los que embauca a no inocentes. Ese es su arte, y lo maneja como nadie, cual "mattatore" del timo, para escapar de aquello que se espera de un tipo corriente: asumir un trabajo "normal", casarse y tener hijos. Él no pretende eso y, aunque no quiere perderla, tampoco duda en mentir a Annalisa, pues se niega a dar el paso que lo condene a la vida que descubrimos en su presente.
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