Los márgenes establecidos nunca lo fueron para Roberto Rossellini, un cineasta que interpretaba el cine como medio de búsqueda, no como fin, y, sobre todo, lo hacía adelantándose a su tiempo en películas como las protagonizadas por Ingrid Bergman, títulos que anunciaban la modernidad que sería aplaudida y asumida por los integrantes de las distintas nuevas olas cinematográficas. Pero, tras sus éxitos neorrealistas, a Rossellini apenas le aplaudía alguien, quizá porque quienes habían alabado Roma ciudad abierta (Roma, città aperta, 1950) se encontraban incapacitados para comprender las nuevas posibilidades cinematográficas ofrecidas a partir de Stromboli (Stromboli, terra di Dio, 1949), pues estas implicaban e implican una actitud activa por parte del espectador, un esfuerzo que nos aleja de la comodidad de lo conocido. De modo que tampoco sorprende que India (1958), un título clave en su filmografía, pasase desapercibida, y todavía permanezca oculta para la mayoría. Hoy, pocos dudan que el realizador italiano sea uno de los padres del cine moderno, pero, cuando viajó a la India, esto aún quedaba lejano y Rossellini llegó al país asiático sumido en una crisis de reconocimiento popular, que no artística. Pero el rechazo a su cine no le impidió ir un paso más allá y realizar un proyecto cuyo doble resultado dio origen a la serie de televisión La India vista por Rossellini (L'India vista da Rossellini, 1958), su primer contacto con el medio audiovisual en el que realizaría buena parte de sus futuros proyectos didácticos, y al largometraje India, un documento cinematográfico que ni es un <<documental estricto>> ni un reportaje geográfico. Las imágenes documentales son herramientas que el cineasta emplea para introducir la ficción dramática, la cual resalta la comunión humana y natural que se observa en la pantalla, aquella que él desea expresar prescindiendo, en la medida posible, del montaje y de cualquier efecto que desvirtúe y reste veracidad a dicha conexión. Los medios de Rossellini son las imágenes y las palabras, desde ambas nos invita a conocer al individuo y el medio que ocupa, y desde ellas reflexiona sobre la importancia que este tiene en los hábitos humanos. El cine de Rossellini es un cine antropológico y, como tal, sus películas van completando su estudio del ser humano, sobre quien vertebra un discurso cinematográfico que podríamos resumir en <<la búsqueda del hombre, del individuo>>, una búsqueda que da comienzo en sus films de propaganda durante la Segunda Guerra Mundial, evoluciona con el neorrealismo de posguerra y encuentra en Stromboli un punto de inflexión en su obra. A partir de la experiencia isleña, el realizador italiano ahonda con mayor incisión y precisión en la intimidad de sus personajes (en un espacio y en un tiempo), pero no se conforma y continúa perfeccionando su intención de desnudar y comunicar verdades humanas que, sin adornos ni efectos que resten honestidad a su búsqueda, se exponen en imágenes que permiten al espectador interpretar las realidades de las cuales nos informan. Respecto a esto, encontramos otro punto de ruptura en India, aunque quizá más que de ruptura tendríamos que hablar de un regreso al neorrealismo de Paisà (1946), pues, como en esta joya neorrealista, la aventura hindú de Rossellini se desarrolla por episodios que recorren distintos lugares geográficos del país asiático para encontrarse con el principio y fin de su obra cinematográfica: los individuos que lo habitan, sus pensamientos y sus relaciones con el espacio-tiempo que viven. Para lograrlo, el cineasta introduce motivos dramáticos que le permiten captar o capturar y exteriorizar las impresiones y sensaciones que ocupan las mentes de los narradores, quienes también asumen el protagonismo de aquello sobre lo cual reflexionan. Las palabras se funden con las imágenes formando un todo que, sin forzar, exterioriza la relación con la naturaleza y consigo mismos, de ahí que en India nos encontremos con el Rossellini humanista, que expresa, y el Rossellini reportero cinematográfico, que observa, aunque ambos son uno, el mismo que en Paisà, Stromboli, Francisco, juglar de Dios (Francesco, Giullare di Dio, 1950) o Te querré siempre (Viaggio in Italia, 1953) prescinde de ornamentos y se centra en las verdades que afectan a sus protagonistas, ya que los hombres y las mujeres filmadas por el realizador, incluso la mona protagonista del cuarto relato, que deambula entre humanos y simios a la espera de encontrar su lugar, experimentan <<su realidad, que es una realidad absolutamente íntima, única, unida a un individuo con todo el sentido de las cosas que le rodean>>. Dichas realidades ya se observa al inicio de India, cuando el realizador introduce el colectivo y las atestadas calles de Bombay para hablarnos de la multiculturalidad, de los distintos atributos y costumbres, de la tolerancia, en definitiva, de las diferencias y de como estas son asumidas sin que creen el menor conflicto. Pero esa multitud desaparece de la pantalla (no regresará hasta el final) para dejar su lugar a la intimidad, a la belleza natural (de montañas, ríos, selvas), al hombre, a la mujer, a la pareja, a sus costumbres y circunstancias, a la aceptada e inevitable presencia de la muerte o a la coexistencia (equilibrada o desequilibrada) de tradición y progreso en las distintas cotidianidades que forman este sincero estudio antropológico.
Entrecomillado extraído de Roberto Rossellini. El cine revelado. Ediciones Paidós, Barcelona, 2000
Entrecomillado extraído de Roberto Rossellini. El cine revelado. Ediciones Paidós, Barcelona, 2000
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