En la obra cinematográfica de Cecil B.DeMille la presencia de la mujer adquiere suma importancia en el devenir de los personajes masculinos, de ahí que algunas de las que asoman por El signo de la cruz, Cleopatra, Piratas del mar Caribe o Policía Montada del Canadá resulten vitales en el desarrollo de los hechos que afectan a los protagonistas, cuestión esta que cobra mayor relevancia si cabe en Sansón y Dalila (Samson and Delilah), ya que la joven a la que alude el título provoca la caída de aquel a quien, más que amar, desea. Pero ¿y si Sansón no luciese la melena que le concede su fuerza sobrenatural? ¿Lo desearía de igual manera? Posiblemente no, ni tampoco saldría en las páginas del Libro de los Jueces y seguro que a Cecil B.DeMille no le habría servido como héroe de una película colorista y acartonada en la que, una vez más, empleó una perspectiva simplista y partidista, la suya, que se desentiende del rigor histórico y de la reflexión, porque en su concepción de cine como espectáculo, ni lo uno ni lo otro tienen cabida. Como consecuencia, el cineasta prescindió de cuanto no servía a sus fines, que si bien resultan conservadores en ciertos aspectos, muestran lo contrario en otros. De modo que DeMille se decantó por el erotismo y la sexualidad en detrimento de cualquier otra cuestión, por ello, si se profundiza más allá de esta intención, Sansón y Dalila naufraga en los aspectos históricos, narrativos y épicos, pero sobre todo naufraga en la falta de credibilidad del personaje interpretado por el inexpresivo Victor Mature, un actor que apenas podía ocultar sus carencias dramáticas. Esta circunstancia jugó en contra del héroe, pero, por suerte, la balanza se equilibró gracias a la presencia de la villana encarnada por Hedy Lamarr, aunque más que de una villana, habría que referirse a ella como una mujer caprichosa y despechada que busca vengarse del rechazo inicial que el danita muestra hacia sus encantos. Este rechazo encuentra su explicación en Semadar (Angela Lansbury), hermana de la femme fatale, a quien el coloso pretende convertir en su esposa, hecho que introduce el triángulo amoroso que se descubre en otras producciones del responsable de Los diez mandamientos. Sin embargo, en esta ocasión, no se trata de dos hombre y de una mujer, sino de dos mujeres y un hombre, aunque este posea la fuerza de cien, la misma que no le sirve para resistirse a la belleza y al erotismo de Dalila, capaz de manipular a cuantos incautos se crucen en su camino de castigar y someter a Sansón.
Una estupenda película en todos los aspectos, con un Mature metido en faena y Lamarr desplegando encanto. Una de las cosas que me encanta es la banda sonora de Victor Young. El tema principal es impresionante.
ResponderEliminarSaludos.
Reconozco que no siento predilección por Mature y sí por Lamarr, de modo que mi visión puede ser sesgada, aunque creo que la actuación de la actriz fue superior a la del actor, y fue indispensable para el éxito de la película. En cuanto a DeMille, era único a la hora de ofrecer al público lo que este quería, y fue uno de los cineastas que mejor supo combinar la comercialidad exigida en Hollywood con sus intereses cinematográficos. Pero me gusta más el DeMille de Union Pacífico o el de Los inconquistables, más épico, que el de El signo de la cruz o el de Sansón y Dalila, más pendiente de simbolizar las atracciones sexuales que se producen entre sus personajes protagonistas.
ResponderEliminarSaludos y gracias por tu comentario.