De los dieciocho westerns sonoros filmados por Raoul Walsh entre 1928 y 1964, los hay excelentes (Murieron con las botas puestas, Perseguido, Juntos hasta la muerte, Tambores lejanos, Camino de la horca o Los implacables) y otros menos logrados (Cheyenne, Fiebre de venganza, Rebelión en el fuerte o La rubia y el sheriff) pero, entre estos últimos, Rebelión en el fuerte (Saskatchewan) destaca por sus exteriores canadienses, lo cual dota a la historia de cierto aire aventurero que no impide que el ritmo narrativo del film sufra continuos altibajos. Dichas irregularidades se deben a carencias argumentales, a las limitaciones dramáticas del reparto y a la desgana mostrada por uno los mejores cineastas del Hollywood clásico a la hora del filmar un western menor que rodó por obligaciones contractuales. El inicio de Rebelión en el fuerte ubica la acción durante un hecho real acontecido en 1877 en el territorio de Saskatchewan, pero este queda relegado a un plano secundario para dar prioridad al protagonista, no en vano se trata de un film hecho para el lucimiento de su estrella, Ladd, que se encontraba en el punto álgido de su carrera gracias al éxito obtenido por Raíces profundas (Shane, George Stevens, 1953). Thomas O'Rourke (Alan Ladd) ha sido criado por los Krys, lo cual explica el conocimiento que posee de las costumbres nativas y del terreno donde se desarrolla la acción, reafirmándose de este modo como el oficial más válido de la Policía Montada de Canadá. Pero, antes de que el espectador sepa que pertenece al cuerpo policial, la primera secuencia lo muestra vestido de paisano compartiendo un momento apacible con Cajou (Jay Silverheels), su hermano indio, con quien mantiene una relación de amistad que se rompe cuando, poco después, se enfunda la casaca roja y acata las órdenes de Benton (Robert Douglas), el nuevo inspector al mando del fuerte. Desde el primer instante este personaje se gana la antipatía del respetable como consecuencia de su incompetencia y de su incapacidad para comprender la naturaleza pacífica del pueblo Krys, postura que provoca el levantamiento de los indios y el amotinamiento de sus propios hombres, que prefieren seguir a aquel en quien confían. Aparte de luchas internas y enfrentamientos con los indios, también hay lugar para el romance entre O'Rourke y Grace (Shelley Winters), aunque este se ve entorpecido por el pasado de la mujer y por la presencia del marshall Carl Smith (Hugh O'Brien), cuya obsesión hacia ella lo ha llevado a perseguirla desde Montana a Canadá. Pero, por muchos puntos de interés que Rebelión en el fuerte intenta mostrar, no pasa de ser un film entretenido que carece de la intensidad y de la negrura de los mejores westerns de Walsh.
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