Por el pasillo que conduce a las habitaciones y a las salas de la casa de Carlo (Vittorio Gassman) transcurren los ochenta años de su vida, de sus relaciones y de parte de la historia italiana del siglo pasado, una historia que, de manera intermitente, se deja entrever en el interior de una vivienda por donde deambulan, conviven, aparecen y desaparecen los miembros de una familia de clase media, personas que se observan desde la eterna presencia de ese hombre, primero como niño y finalmente como anciano, pero siempre en relación con sus elecciones y sus actos, en definitiva, desde de una vida que, a su juicio, pudo haberle dado mayores satisfacciones. Como sucede en otras películas de Ettore Scola, en La familia (La famiglia) predominan los espacios acotados en los que se producen las relaciones entre varios personajes, a través de quienes también se accede al mundo exterior, ajeno a la ubicación donde se desarrolla una trama que, a pesar de abarcar casi un siglo, parece no avanzar. Quizá por esa lentitud a la hora de narrar las ocho décadas de Carlo, La familia posea una narrativa más forzada que otros films de Scola, películas que también se desarrollan en espacios cerrados, pero en periodos cronológicos más reducidos: un edificio vacío en Una jornada particular (Una giornata particolare, 1977), el ático donde se reúnen los intelectuales de La terraza (La terrazza, 1980), el cine de Splendor (1989) o el restaurante donde se observa a los comensales de La cena (1998). En La familia el lugar escogido para la interacción entre los hombres y mujeres se limita a esa vivienda que nunca se abandona, y que parece existir al tiempo que lo hace el protagonista, que abre el film como nieto recién nacido y lo cierra como abuelo tras un periplo en el que se produce la transformación del entorno y las circunstancias que marcan el comportamiento de los miembros de la familia. De ese modo los personajes van surgiendo mientras otros desaparecen, una consecuencia lógica e inevitable del paso de los años y de la naturaleza humana, personas que permanecen en el recuerdo de un hombre a quien se observa crecer, madurar y envejecer dentro del seno de un núcleo mediante el cual Scola intentó acceder a los hechos externos que lo definen, pero sin lograr profundizar en ellos, quizá porque el periodo escogido abarca acontecimientos que el artífice de Macarrones (Maccheroni, 1985) no supo equilibrar a la hora de mostrar cómo afectan a sus personajes. Como consecuencia, La familia resulta una película que, en ocasiones, denota un ritmo lento, por momentos cansino, que provoca la pérdida de interés a medida que avanza una existencia que ha generado las insatisfacciones que se observan en el Carlo adulto, entre ellas aquella que nace de sus relaciones sentimentales con su mujer (Stefania Sandrelli) y con la hermana de esta (Fanny Ardant), dos relaciones en las que se enfrentan su realidad cotidiana (para él insatisfactoria) y su deseo (ideal que lo aleja de su monotonía y del paulatino distanciamiento en la que ha vivido sus años adultos).
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