Cuando Val Lewton y Jacques Tourneur coincidieron durante el rodaje de Historia de dos ciudades (Jack Conway, 1935) ninguno de los dos habría considerado la posibilidad de que en un futuro no muy lejano se asociarían para realizar tres películas de terror que cambiarían el género. Esta colaboración, marcada por contar con escasos medios materiales, se caracterizó entre otras cuestiones por el empleo de las luces y las sombras para sugerir en lugar de mostrar; pero, debido a su éxito, los directivos de la RKO optaron por aprovechar el talento de ambos por separado. Como consecuencia de dicha decisión, Lewton continuó produciendo (y en ocasiones escribiendo) varias películas más para la mítica productora, que fueron realizadas por Robert Wise y Mark Robson, mientras que Tourneur prosiguió con su personal carrera de realizador haciendo suyas las imposiciones de los estudios para los que trabajó (material ajeno, reparto, presupuesto o tiempo de rodaje), lo cual le permitió desarrollar el estilo propio, instintivo y sugerente que ya se descubre en La mujer pantera (Cat People, 1941), Yo anduve con un zombie (I Walked with a Zombie, 1942) o El hombre leopardo, (The Leopard Man, 1943), la menos lírica de las tres, aunque no por ello exenta de la poética que predomina en el conjunto. Una buena muestra del estilo visual iniciado por Tourneur y Lewton se observa en la escena de la muerte de Teresa (Margaret Landry), una excelente secuencia en la que la joven recorre un espacio oscuro y amenazador que delata el peligro que se confirma ante la puerta de su casa. A pesar de presentar una perspectiva similar a sus anteriores trabajos, en El hombre leopardo el terror sugerido pierde presencia tras esta escena en favor del misterio que surge a raíz del ataque que se atribuye a una pantera doméstica que minutos antes se había escapado del local donde Jerry Manning (Dennis O'Keefe) y Kiki Walker (Jean Brooks) pretendían utilizarla como reclamo publicitario. Desde ese instante la intriga se apodera de la película sin afectar por ello al estilo característico de las producciones del dúo para la RKO, siendo constante el deambular de la cámara por ambientes sombríos y enrarecidos, lo que provoca la sensación de encontrarse en la frontera entre lo real y lo fantástico. Sin embargo, escépticos como Jerry, marcado por el sentimiento de culpabilidad que silencia mediante una máscara de cinismo, se decantan por una explicación racional de los hechos, convencido de quien comete los posteriores asesinatos no es el felino sino un hombre que ha perdido su cordura, pues la aparición de una segunda víctima le confirma que las hipótesis que circulan por el pueblo no son válidas, ya que la muerte de Consuelo (Tula Parma) en el cementerio, otra soberbia escena de lo sugerido, no cuadra con la reacción de un animal cuya naturaleza lo obligaría a mantenerse alejado de la población y buscar refugio en el campo, y no a atacar de forma selectiva a mujeres indefensas en lugares solitarios y sombríos.
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