viernes, 19 de abril de 2013

Frankenweenie (2012)



Ignoro si es una buena introducción decir que Frankenweenie
 es un acercamiento de Tim Burton a las historias de personajes marginales, sensibles y extraños, que en algunos casos guardan un nexo con aquellos que pueblan el cine de terror de la Universal de la década de 1930, como atestigua la constante presencia en el film del espíritu del Frankenstein (1931) de James Whale, el mismo autor de otros dos clásicos a los que Burton hace referencia: El hombre invisible (1933) en el pez que Edgar resucita o La novia de Frankenstein (1935) en el peinado que luce la perra de Elsa, cuyo nombre rinde homenaje a Elsa Lanchester, la actriz protagonista del film de Whale. Pero es lo que me viene a la mente al pensar en Frankenweenie, también que hay espacio para otros monstruos de leyenda, pues en el televisor que contemplan los padres de Victor se observa una escena del Drácula (1958) dirigido por Terence Fisher para la mítica Hammer FilmsLa momia es otro clásico que se cuela en la película, en esta ocasión gracias a la figura de Colossus, la mascota que regresa de la tumba, y a su dueño, trazado a imagen y semejanza de Boris Karloff. De seguir con parecidos razonables entre las mascotas y las famosas criaturas del cine fantástico se podría descubrir a Godzilla (1954) en la gigantesca tortuga que ataca el pueblo; más pequeñas y revoltosas serían los primos lejanos de Gremlins (1984), que se transforman gracias al agua de una piscina. Pero el universo cinematográfico de Tim Burton posee otras muchas referencias, que también tienen cabida en este film, pues de una u otra manera se deja notar la influencia de Edgar Allan Poe, de actores míticos como Vincent Price o Christopher Lee o directores como el propio Whale, sin olvidar al mismísimo Edward Wood, Jr., de quien el director realizó una magnífica visión cinematográfica en Ed Wood (1994) Con todo esta reunión de influencias y gustos se construye un ambiente familiar en la filmografía del director de Eduardo Manostijeras (1990), donde dominan las sombras, la presencia de espacios amenazantes como el cementerio o el desván donde Victor experimenta, la noche o la repentina aparición de tormentas, que estallan en ese espacio donde se descubren los sentimientos de Victor Frankenstein, un niño que ha creado un mundo propio para él y para su fiel Sparky. Ambos se mantienen al margen del entorno de prejuicios e ignorancia al que se refiere el profesor de ciencias durante su reunión con los padres de sus alumnos, quienes le increpan y le expulsan de la escuela por sus palabras, en las que se descubre su deseo de ampliar las miras de unos jóvenes estudiantes un tanto extraños y solitarios. A Victor no le importa su soledad, pues la disfruta en compañía de su amigo Sparky, cariñoso y alegre, sin embargo, un accidente de tráfico acaba con la vida de su querido perro. Esta repentina pérdida genera el triste vacío existencial que domina los días del muchacho, pero el pequeño Frankenstein se niega a aceptar la ausencia de su amigo y desarrolla un método, basado en la electricidad, capaz de transmitir movimiento a los tejidos muertos. Frankenweenie se puede ver como un divertimento, como un homenaje al cine fantástico o como un intento de su director por recuperar parte de esa capacidad imaginativa que le dio fama, a pesar de que el resultado final se tuerza hacia la conclusión del metraje, cuando se desata el caos en la ciudad de Nueva Holanda y el film pierde parte del encanto que atesora.

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