Las biografías cinematográficas de Milos Forman no lo son, puesto que sus biografiados pasan por el filtro de la “fabulación” para ser representación —como apunta el inicio de Man on the Moon (1999)— que combina y “confunde” realidad y ficción. Como cualquiera, los biografiados de Forman son únicos, pero también son individuos que han cobrado conciencia de sus ideas, las cuales condicionan sus comportamientos y potencian sus singularidades al máximo. En realidad, son genios en sus respectivos campos: la música (Mozart), la industria pornográfica (Larry Flynt), el humor (Andy Kaufman), la pintura (Goya), pero, además, tiene en común que actúan a contracorriente y provocan pasiones en los otros. Por ello, sufren rechazo, incomprensión, persecución. En cualquier caso, son como niños. Lo son en el sentido de que conservan su capacidad para fantasear y crear su mundo propio; en el caso de Andy Kaufman (Jim Carrey), el protagonista de Man on the Moon —título que Forman tomó de la canción con la que R.E.M rendía tributo a Kaufman—, también crea varios personajes tras los que se esconde quién. ¿Un humorista transgresor? ¿Un personaje de humor “rabelaisiano”? ¿Un provocador profesional? ¿Un lunático? Quizá solo sea un hombre con un sueño y lo persigue soñándolo para no perderlo, y de ese modo siempre actúa al borde la realidad y de la fantasía reinventándose gracias al humor que le sitúa al límite… Pero, por el camino, le acosa su imagen televisiva, la de Latka, en la serie cómica Taxi (1978-1983).
Este personaje le hace famoso, pero no le llena, pues acaba siendo una imposición que no nace de él y Andy, ante todo, es un creador que necesita hacer su arte, que es el de provocar, aunque este arte sea capaz de cabrear a medio país y a la otra media parte que queda. El humor es lo que tiene, que rompe los límites de lo moral y se establece en un espacio donde reina lo ambiguo. Allí se pone en duda las reglas y el orden, que ahí dejan de serlo. ¿Pero lo suyo es humor o burla? Si queda la duda, es humor, pues la burla no genera duda y la sátira suele rebelarse contra un orden. En la filmografía de Forman hay un espléndido ejemplo de película satírica, filmada en su país natal, ¡Al fuego, bomberos! (1967), pero Man on the Moon, cuyo guion fue escrito por Scott Alexander y Jerry Karaszewski, con quienes Forman ya había trabajado en El escándalo de Larry Flynt (The People vs. Larry Flynt, 1996), no es una sátira. Es la realidad y la fantasía que se unen al humor y a la rebeldía, que siempre aparece en los films de Forman, para dar forma a algo más que una biopic. Da una película entre la farsa y la realidad que remite directamente a la personalidad de Andy, artista de variedades, de bar, y el humorista, el artista que necesita apasionar a su público y poner a prueba su propia capacidad creativa, quizá por eso mismo siempre se aparta de lo establecido. En esos instantes, que son los más, cuando se sale del guion y crea de su propia cosecha, nadie sabe cuando bromea, como sucede en la escena en la que anuncia a su grupo más cercano —su representante George Shapiro (Danny DeVito), Bob (Paul Giamatti), su cómplice de bromas, y Lynne (Courtney Love), de quien se enamora tras retarla en su primer espectáculo de lucha libre— que tiene cáncer de pulmón y estos dudan de si habla en serio. Incluso tras el anuncio de su muerte, en 1984, hubo rumores de que esta había sido falsificada, algo así como una broma más de este Jekyll y Hyde del humor, artista de club y televisión, provocador hasta el final y desde el más allá.
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