En el imaginario cinematográfico de Neil Jordan predominan los personajes atrapados entre la fantasía y la realidad. Más que esconderse u ocultarse entre las sombras, quizá existan obligados a vivir fuera de tiempo, como la adolescente de Byzantium (2012), entre sueños y pesadillas. Los hay que, como el protagonista de Desayuno en Plutón (Breakfast on Pluto, 2005), dan un paso hacia la luz donde su presencia choca con la "normalidad" establecida, aquella que no los acepta porque en ellos ve diferencias que amenazan su orden y su racionalidad. La adolescente y la madre vampiras de Byzantium se ocultan para sobrevivir a su diferencia, incluso respecto de aquellos vampiros que podrían ser sus iguales, pero que las persiguen sin descanso. Se les niega su pertenencia a un lugar concreto, como en aquellos otros films que el cineasta irlandés desarrolla en escenarios sombríos, nocturnos, oníricos u ocultos, pero también en una producción histórica como Michael Collins (1996), cuyo protagonista no solo lucha por sus ideas, sino contra la incomprensión e intereses ocultos, o en comedias como Nunca fuimos ángeles (We´re No Angels, 1989), en la que los prófugos se disfrazan de monjes y experimentan el milagro de ser aceptados por una comunidad "normal". Clara (Gemma Artenton) y Eleanor (Saoirse Ronan) son errantes, nómadas del tiempo que deambulan entre el pasado y el presente. Siempre solas, fuera de los márgenes establecidos en los que no encajan ninguno de los personajes del realizador irlandés, desde Danny Boy (Angel, 1982) hasta La viuda (Greta, 2018). La coherencia de Jordan se prolonga a lo largo de sus películas, aunque, más que films, en sus manos son cuentos cinematográficos, con cabida para fantasías, sueños, pesadillas, intimidades y realidades solitarias de una soledad indeseada para la joven protagonista de Byzantium. Madre e hija son fruto del rechazo del entorno, no aberraciones, son la propia conciencia de su inexistir en la realidad lineal por donde Eleanor transita exiliada, herida, fuera de tiempo, sin poder contar quién es. ¿Quién la creería? Y de creerla, ¿quién la aceptaría? Solo aquellos que se encuentran preparados, aquellos a quienes libera de lo que se ha convertido en una carga, quizá una similar a la que Eleanor experimenta cuando escribe una y otra vez su historia. Así la conocemos, a través de papeles que tira desde una ventana o que entrega al joven con quien intima, y en quien descubre alguien a quien entregar su secreto: la identidad que no encaja en la racionalidad de Frank (Caleb Landry Jones). La historia expuesta por Jordan no diferencia el pasado y el presente, existe en ambos tiempos. El pasado no lo es, puesto que alcanza el ahora, como corrobora que la adolescente del hoy se vea caminando a escasos metros de su yo de ayer o que narre su historia sin final, a partir de la historia de Clara, que a su vez conecta con aquella que escuchó al verdugo de su inocencia, el capitán Ruthven (Jonny Lee Miller). Una historia y un no tiempo que las persigue desde doscientos años atrás, en forma de rechazo, de huida, de distanciamiento o de vampiros que les siguen la pista, seres como ellas, pero incapaces de aceptar la diferencia -ambas fugitivas son mujeres vampiro- que transgrede la norma de una hermandad vampírica masculina.
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