Probablemente Neil Jordan sea el cineasta de mayor talento creativo que ha dado el cine irlandés hasta la fecha, capaz de aprovecharlo en En compañía de lobos (The Company of Wolves, 1984), Mona Lisa (1986), Juego de lágrimas (The Crying Game, 1992), Entrevista con el vampiro (Interview with the Vampire; 1994), entre otros, o desaprovecharlo en El hotel de los fantasmas (High Spirits, 1988), Nunca fuimos ángeles (We're No Angels, 1989) o Dentro de mis sueños (In Dreams, 1999). En lo que nunca ha presentado altibajos es en la fidelidad hacia las ideas que dan forma a la representación y la fantasía con las que su cine analiza circunstancias y comportamientos humanos. Otra de sus constantes es Irlanda, con sus tradiciones, contradicciones y problemáticas, su país natal aparece como fondo de la representación de la realidad que afecta a los protagonistas de muchas de sus películas, en la mayoría de las cuales dicha representación llega a nosotros en forma de sueños, cuentos o fábulas fantasiosas que nos introducen en el drama, en la búsqueda de identidad, en la ensoñación como medio de sobrevivir a las hostilidades externas o en el complejo y no siempre exitoso tránsito de la infancia a la ambigüedad adulta. Estos temas son recurrentes en Jordan desde sus inicios en Danny Boy (Angel, 1982) y, a lo largo de los años, el realizador y novelista no ha hecho sino regresar a dichas constantes en lo que, sin miedo a errar, podríamos considerar un discurso coherente, personal y creativo que profundiza en la estrecha, y no siempre amistosa, relación entre realidad y fantasía como parte de la vida. En la desapercibida, pero lúcida y desbordante de ingenio, Desayuno en Plutón (Breakfast on Pluto, 2005) esto se evidencia más si cabe que en otras producciones, ya que su protagonista inventa su propia realidad para sobrevivir a la que nosotros, como espectadores, observamos en un segundo plano, porque él o ella, así lo desea.
Pero ahí está, siempre amenazante, en artefactos explosivos que acaban con la vida de su amigo Lawrence (Seamus Reilly) o con las de decenas de jóvenes que bailan en la discoteca londinense, en la represión, incomprensión e intolerancia de una realidad ubicada entre la Irlanda y el Reino Unido de la década de 1970, en un entorno donde el abandono, la tradición, el conflicto británico-irlandés o la constante de la lucha armada forman parte visible de la cotidianidad de la que Patrick "Kitten" Braden (Cilliam Murphy) huye para sobrevivir. Pero al tiempo que su imaginación e inventiva le posibilitan la huida del dolor, estas le permiten rebelarse contra lo establecido, como ya corrobora su primera imagen, aquella que al inicio del film lo muestra travestido y empujando el carricoche donde descansa el bebé a quien habla. Desde ese presente recuerda su pasado y la historia retrocede hasta el mismo instante en el que otro bebé, él mismo, es abandonado por su madre delante de la puerta del padre Liam (Liam Neeson). En ese momento la película adquiere su forma de fantasía o quizá de fábula, así parece apuntarlo la pareja de pájaros que comenta la presencia del recién nacido ante el hogar de su padre natural. Patrick crece dentro de una familia adoptiva, pero lo hace con la sensación de abandono, de desarraigo y del dolor que pretende borrar con la negación de la existencia de dicha sensación. Para lograrlo da rienda suelta a la fantasía de vivir la realidad alternativa, en la que idealiza a su madre desconocida y culpa al padre, pero sobre todo es la realidad que construye para dar cabida a la feminidad que, dominante en su interior, lo transforma en Paddy la "Gatita". A priori, para un muchacho irlandés, educado en la tradición y el catolicismo, no resulta sencillo asumir y exteriorizar su condición femenina en un entorno en constante lucha de contrarios, de la que saldrá herido, pero victorioso. Aunque su sufrimiento es constante, a lo largo de su odisea existencial su perspectiva vital, la que le permite ver el mundo de manera distinta a la del resto, le ayuda a sobrevivir e incluso a ganarse las simpatías de los distintos personajes que asoman durante su búsqueda, aquella que en apariencia apunta a la de su madre, a quien apoda "la dama desconocida", pero, en realidad, Patrick o Patricia busca construir su propia identidad en un mundo hostil y a la vez no exento de ternura y esperanza: su amiga Charlie (Ruth Negga), el amor que su padre le confiesa o decisión de asumir el apodo que había conferido a su madre, una figura que ya no importa, porque, durante su escabroso camino hacia sí mismo o misma, Patrick "Kitten" Braden sobrevive, madura y se reafirma.
El personaje central, un joven travestido que desde su condición recorre un espinoso camino jalonado de infortunios, haciéndolo con bondad y espíritu optimista, le sirve a Neil Jordan (con media docena de obras mayores en su saltarina filmografía) para volver sobre el tema del yo diferente y de su íntima aceptación. La fórmula empleada es la de una comedia ácida con una buena dosis de audacia y provocación, compartimentada en capítulos que van marcando con aguda ironía el itinerario, sórdido a veces y divertido muchas otras, del positivo Patrick (sublime Cillian Murphy) al tiempo que va construyendo un revelador mosaico del momento y las circunstancias en que se desarrolla la historia que nos cuentan.
ResponderEliminarPor cierto, una nota: la película rinde un cariñoso homenaje a Mitzi Gaynor, una de las rubias pizpiretas del Hollywood de los años cincuenta que menos reconocimiento tuvo en su momento, pese a trabajar en excelentes películas a las órdenes de Walter Lang, Joshua Logan, Cukor y Donen.
Como siempre, muy acertado tu comentario. Muchas gracias por compartirlo con nosotros.
EliminarUna película maravillosa muy anterior a Peaky blinders donde todo el mundo parece haber descubierto a Murphy. También posterior a la superior Mona Lisa ... gran entrada
ResponderEliminarMuchas gracias.
EliminarSin duda, coincido contigo en que "Mona Lisa" es superior, como también considero superior "Juego de lágrimas", pero "Desayuno en Plutón" también tiene algo especial, quizá ese algo sea la fabulación que Jordan nos ofrece a través del personaje de Murphy, que borda su papel, igual que lo hace en "El viento que agita la cebada", y que transmite más sensaciones y situaciones de las que a primera vista nos muestran las imágenes
Saludos