Probablemente, se me escape algo o mucho, no en pocas ocasiones acabo descubriendo que así es. Tal vez por eso no vea en ellos a adolescentes, menos aún a rebeldes y soñadores disconformes en su etapa vital hacia la madurez, puede que hacia su rendición. Son exclusivamente imágenes que, como Danny Zucco (John Travolta) y Sandy (Olivia Newton-John), brillan superficiales como la propia película, y esta relación de igualdad posibilita que ninguno desentone (ni destaque) en esta comedia musical y sin gracia, realizada por Randal Kleiser a partir del musical original de Jim Jacobs y Warren Casey. Bien es cierto que no tendría el menor sentido que las caricaturas de adolescentes que campan, bailan, se besan y cantan a sus anchas a lo largo del film fuesen chicas y chicos problemáticos como el interpretado por James Dean en Rebelde sin causa (Rebel Without Cause; Nicholas Ray, 1955) o el de John Cassavestes en Crimen en las calles (Crime in the Street; Don Siegel, 1956), pero sí habría sido más interesante si les hubieran ofrecido algo más que simple apariencia, quizá algo de fondo o de sustancia como sí la tienen los protagonistas de West Side Story (Robert Wise y Jerome Robbins, 1961), enfrentados por sus orígenes étnicos. De tal manera, ninguno de los muchachos y muchachas que se dejan ver por el instituto Rydell pueden presumir más que de lo puesto, a lo sumo de un peine, de una camisa o de un vestido rosa como el tono de la película, un rosa hortera y empalagoso que anula cualquier intento de conferir personalidad a quien asoma por la pantalla, lo cual elimina de un plumazo cualquier opción de descubrir un mundo interior que haga plausibles comportamientos y sentimientos. Pero nada de esto importa porque, en realidad, en Grease solo interesa eliminar cualquier intención de conflicto (lo hace con el embarazo de Rizzo) y dar valor a la imagen externa, aquella que sin disimulo prioriza las canciones, los bailes o la cursi relación entre la pareja protagonista, un romance que, como mandan los cánones de la reiteración, del kistch y del no digo nada, no presenta mayor novedad que el no haberla. Lo que prima es la presencia física de esos jóvenes que bailan y cantan entre peleas y chistes que busquen ustedes la gracia (que para muchos la tiene), pero así es el cine o, mejor dicho, así son las películas carentes de significado y de significante, películas que no molestan, salvo a aquellos que, como uno que desespera, esperamos encontrar un algo más que imágenes en las que no vemos nada.
Una gran pelicula, definitivamente. Con ganas de ver vaselina pelicula completa, seria estupendo...
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