Cameron Crowe: En tiempos de cultura del sensacionalismo, El gran carnaval resulta más actual que nunca. ¿Le divierte ver cómo se ha mantenido esta película?
(Conversaciones con Billy Wilder; Cameron Crowe, 1999)
En Primera plana (The Front Page, 1974), Billy Wilder volvería sobre el tema, aunque en aquella ocasión lo haría en forma de comedia, sin embargo, El gran carnaval se aproxima y mira el ámbito periodístico de modo más descarnado, porque muestra sin filtros y sin desviar su mirada a individuos capaces de mentir y arriesgar la seguridad de otros para crear noticias de la nada, y con ello influenciar a las masas que, dejándose arrastrar por su curiosidad morbosa e incapacidad crítica, acuden al lugar del siniestro, como abejas a la miel —seducidas por el sensacionalismo y sentimentalismo empleados por el periodista. De esa forma, un lugar anteriormente desierto se convierte en un hervidero de curiosos y en una gran atracción turística. Y de tal manera, a este desolado paraje llegan empresarios de poca monta, que huelen el negocio y el lucro, —un circo, atracciones para niños, vendedores ambulantes— y más medios —prensa nacional, radio y televisión. Los verdaderos beneficiados de este tinglado circense son los anteriormente señalados: Tatum quien está a punto de recibir una suculenta oferta para regresar a su anterior trabajo; el sheriff quien aparece en los reportajes como un héroe preocupado —cuando no es más que mera fachada inventada por el periodista para poder tener la exclusiva—, o la mujer, que ve como el, antaño, triste negocio se convierte en un hervidero de clientes y en una mina de oro. Y todo este negocio es posible gracias a que Tatum encontró su as en el agujero.
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