jueves, 26 de noviembre de 2020

John Cassavetes. Emociones a contracorriente



En su faceta de cineasta, John Cassavetes comprendió, o se vio forzado a comprender, que dentro de la industria cinematográfica de Hollywood no encontraría la libertad necesaria para hacer el tipo de cine que pretendía realizar. Fue un descubrimiento que implicó decepción, mas no derrota. Cassavetes había debutado en la dirección con Sombras (Shadows, 1958), un film independiente que llamó la atención por su aparente espontaneidad, aunque nada de lo expuesto en la pantalla obedecía a la improvisación, sino a ideas concebidas antes de su puesta en escena. Sombras llamó la atención por su atipicidad, por su contacto con seres reales en espacios reales, pero sus dos siguientes trabajos —Too Late Blues (1961) y Ángeles sin paraíso (A Child Is Waiting, 1962)—, realizados dentro del sistema, fueron experiencias que le convencieron para desmarcarse de los estudios y de los productores. Su decisión no fue un gesto gratuito, ni de desprecio, obedecía a su necesidad creativa, al artista que busca realizar su trabajo sin interferencias que trastoquen aquello que deseaba expresar. <<Se puede afirmar que una de las esencias del trabajo de Cassavetes consiste en crear la impresión artística de que empuja a los personajes y a los espectadores hacia un mundo en presente en el que aparentemente cualquier cosa puede ocurrirle a cualquiera y en cualquier momento. Cada uno de sus films, en su particular manera, ofrecen la visión de la libertad y posibilidad del ser humano, lo cual, según él, puede lograrse únicamente rompiendo con los sistemas, modelos y categorías de comportamiento y conocimientos prefabricados>>.1 Así, con escasos recursos y junto a su grupo de amigos, con quienes formó una especie de familia, pudo hacer su cine, uno a contracorriente, que se desmarca de modas para centrarse en la cotidianidad de personas en conflicto, que nada tenía que ver con el enfrentamiento hollywoodiense entre el bien y el mal.


El cine de Cassavetes naturaliza las emociones y los sentimientos de personajes a los que dan vida actores y actrices a quienes el realizador concede toda su confianza. De esta manera, se transforma en un cine humano, de individuos creíbles, sin héroes ni heroínas, de hombres y mujeres bajo la influencia de sus propias existencias. Lejos de la intervención de Hollywood, las películas de Cassavetes retratan personas en un momento durante el cual se accede a su intimidad. De ahí que pueda decirse que sus películas son instantes humanos que profundizan en las relaciones, en las sensaciones de sus protagonistas, en sus contradicciones e imperfecciones. La mirada de Cassavetes cineasta es honesta, su estilo directo, entre austero y casi documental, sin cabida para artificios ni giros argumentales que apunten trampa. A pesar de sus dos títulos dentro de la industria hollywoodiense, nunca perdió de vista sus intenciones, ni sus intereses creativos, tampoco su independencia artística, quizá, por ello, sus films fuesen mejor valorados en Europa que en su propio país, donde más allá de Hollywood parece que el cine no existe.


Como cineasta, asumió riesgos y su compromiso con el cine como medio para transmitir sentimientos, contradicciones, humanidad. Como actor aceptó participar en proyectos ajenos porque eran necesarios para poder mantener la independencia artística de sus películas. En su faceta actoral, se dejó ver por primera vez en la pantalla en 14 horas (14 Hours; Henry Hathaway, 1951). Fue una intervención mínima, tanto, que no aparece acreditado. Pero, a medida que transcurría la década, sus personajes ganaron importancia —en series televisivas y en la gran pantalla— y en 1956, dirigido por Don Siegel, protagonizó Crimen en las calles (Crime in the Streets). En esta producción es un joven delincuente, incomprendido y rebelde, marcado por el espacio donde radicaliza su condición marginal. Esa misma imagen rebelde —que igual no distaba de la real— y violenta la repetiría en posteriores producciones, por ejemplo, el western Más rápido que el viento (Robert Parrish, 1958); aunque sus interpretaciones más recordadas son las de Doce del patíbulo (The Dirty Dozen; Robert Aldrich, 1967) y La semilla del diablo (Rosemary Baby; Roman Polansky, 1967).


Pero la huella de Cassavetes en el cine no reside en los personajes que interpretó para otros, sino en aquellos que creó detrás de la pantalla: los hombres y mujeres que dan cuerpo y rostro a su visión humana y cinematográfica en películas como Faces (1968), Maridos (Husbands, 1970), Una mujer bajo la influencia (A Woman under the Influence, 1974), El asesinato de un corredor de apuestas chino (The Killing of a Chinese Bookie, 1976) o Noche de estreno (Opening Night, 1977). En ellas quedan reflejadas sus intenciones creativas, aquellas que en un primer momento, tras ser rechazado su ingreso en el Actor's Studio, lleva a Cassavetes a crear su propio estudio interpretativo, al lado de Burt Cane. Allí fue donde empezó a dar forma a Sombras (Shadows, 1958), su primera película como director y un punto y aparte en el cine independiente estadounidense. Fue su primera aventura tras las cámaras, en la que parte de la financiación se consiguió mediante donaciones particulares y tuvo como productor asociado a Seymour Cassel, uno de los nombres propios y de los rostros habituales de sus películas. Cassel, Peter Falk, Ben Gazzara, Val Avery y, más que nadie, Gena Rowlands se dejaron ver a lo largo de la filmografía de Cassavetes. <<Trabajo con amigos, con la gente que quiero, y nos entendemos porque tenemos los mismos fines. Lo que buscamos es expresar sentimientos, emociones>>.1 Rodearse de amigos y expresar el lado humano de los personajes eran prioridades en su cine, un cine en el que Rowlands, con quien se casó en 1954, jugó un papel vital al dar vida a mujeres reales, que podrían encontrarse en cualquier lugar de la geografía estadounidense e incluso podrían ser ella misma. La actriz trabajó en siete de los doce largometrajes dirigidos por su marido; siendo la primera colaboración Ángeles sin paraíso (A Child Is Waiting, 1963) y la última Corrientes de amor (Love Streams, 1984), entre medias Así habla el amor (Minnie and Moskowitz, 1971), Una mujer bajo la influencia (A Woman under the Influence, 1974) o Gloria (1980). Cassavetes fue un cineasta diferente, a contracorriente de su época, un director que implicó un cambio en el cine independiente estadounidense, lo dignificó y lo sacó a la luz. Tomando prestado el ambiguo término cahierista, fue un autor, un creador personal a quien se reconoce en cada una de sus películas, un cineasta cuyo cine encuentra su sentido en las relaciones que establecen los actores y las actrices en cada una de sus películas, consciente de que para él, <<lo importante es convencer al público y a ti mismo de que lo que hay en la pantalla sucede de verdad>>.2 Aunque aceptaba papeles dentro de la industria, lo hacía para conseguir dinero con el que financiar sus proyectos cinematográficos, que dieron como resultado películas que influyeron en las siguientes generaciones de cineastas estadounidenses.

1.Carney, Ray: El cine artístico y narrativo americano (1949-1979). Publicado en Historia General del Cine. Vol XI: Nuevos cines (años 60). Cátedra, Madrid, 1995. 
2,3. Extraído de la entrevista realizada por Michel Ciment en octubre de 1975. Publicada en Ciment, Michel: Pequeño planeta cinematográfico. Ediciones Akal, Madrid, 2007

1 comentario:

  1. Es un cine sensible, sin la inmediatez del éxito del momento, sus películas tendrán más vida que muchas de éxito superfluo.
    Lo acompaño la amistad de grandes actores que a veces ni siquiera cobraban por participar en las películas que creaba. Desde Shadows de 1958 hasta el final de su vida vivió un cine dual como actor para otros directores y como artista creando sus películas.
    Se supo alimentar de valor, voluntad y como decirlo tuvo a la compañera perfecta, la hermosa Gena Rowland que merece un capítulo aparte dentro de la historia del cine.

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