Con la llegada de Paul Leni a la Universal también llegaron a la productora de Carl Laemmle el expresionismo y la maestría de un excepcional creador de atmósferas fantasmagóricas y enrarecidas. Solo hace falta disfrutar los primeros compases de El legado tenebroso (The Cat and the Canary) para comprobarlo. Durante esos minutos iniciales, la imagen del caserón tenebroso que llena la pantalla deja su lugar a varias botellas que conservan la forma del edificio. Entre ellas se observa atrapado a Cyrus West, a quien se compara con un canario acechado por los gatos que se sobreimprimen en la imagen. La explicación de este símil visual se inserta en varios rótulos que nos hablan de como el anciano es acosado por sus familiares, a la espera de conseguir su fortuna. Ante esto, West enloquece y deja escrito que su testamento no será abierto hasta veinte años después de su fallecimiento. Distorsionado y enrarecido el ambiente por la mano maestra de Leni, la trama avanza dos décadas en el tiempo para mostrar otra mano, más bien una garra, que irrumpe en la oscuridad de esa misma mansión donde el recuerdo del fallecido cobra presencia espectral en su retrato, que cuelga en el salón donde Crosby (Tully Marshall) no tardará en proceder a la lectura de la última voluntad de aquel que parece observar desde el lienzo. La noche se afianza en el exterior y los claroscuros se apoderan del interior donde se van presentando los distintos familiares que allí acuden con la intención de conocer quién será el heredero. Este grupo variopinto muestra en común el mismo propósito, la misma ambición y que cualquiera de ellos es una víctima potencial dentro de esa casa en apariencia encantada. Años antes de que Leni adaptase la obra teatral de John Willard, en la que se basa el film, Segundo de Chomón había expuesto una situación similar en La casa encantada (1908) y, ya en los primeros años veinte, Buster Keaton se adentró en una mansión donde los fantasmas y los fenómenos paranormales son forzados por la banda de ladrones que en ella se ocultan. De tal manera podría decirse que tanto el cortometraje de Chomón como la comedia La casa encantada (The Haunted House, 1921) de Keaton y Eddie Cline son claros antecedentes del subgénero de edificios poseídos inaugurado por El legado tenebroso, título fundacional y fundamental de este tipo de fantasía en la que los caserones fantasmagóricos se convierten en elementos indispensables de la trama. La primera de las cuatro películas que Leni rodó para Universal destaca por su sugestiva exposición, entre cómica y misteriosa, del suspense que rodea al grupo de posibles herederos que comparten protagonismo con el espacio amenazante y fantasmagórico donde la agilidad y la inventiva narrativa del cineasta alemán juegan con la iluminación, con los diferentes escenarios -habitaciones, pasadizos y subterráneos escondidos-, con los distintos personajes -ya sean pictóricos como el difunto o reales como el ama de llaves (Martha Mattox), cuyo aspecto siniestro precede al personaje que Judith Anderson interpretaría años después en Rebeca (Rebecca; Alfred Hitchcock, 1940)-, con la nocturnidad o con esa garra afilada y monstruosa que secuestra y asesina a Crosby antes de que este pueda leer el nombre del segundo beneficiario de la herencia, en caso de que Annabelle (Laura La Plante), la joven heredera, presente signos de la locura que sus descendientes achacaron a West en el pasado.
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