Desde su perspectiva inicial, ambos personajes se rigen por las ideas que dan forma a la individualidad que los convierte en únicos dentro del conjunto homogéneo que los margina, sin embargo, el protagonista de El manantial no pierde de vista lo que para él es primordial, algo que sí sucede con el doctor Mason después de su encuentro con un antiguo compañero de facultad (Rex Harrison) que, al igual que aquellos colegas de profesión que lo rodean, mide el éxito por el corte y confección de su traje, por su destreza en el campo de golf y por los cheques que recibe de pacientes adinerados, a quienes receta y atiende con la única intención de obtener el beneficio material que seduce a Andrew Mason. El bienestar material al que accede el protagonista implica la perdida de sus ilusiones y el olvido de la honestidad que lo definía. Estas pérdidas lo distancian del hombre de quien Christine (Rosalind Russell) se enamoró, un médico que encaraba desde la entereza las múltiples trabas que se le presentaban, sin pensar en la comodidad, el dinero, los trajes caros, los automóviles deportivos o las fiestas de la alta sociedad que en su presente sustituyen al juramento hipocrático y al idealismo que lo empujaron a salvar la vida de un recién nacido, a rescatar a un minero atrapado en un túnel, a investigar la silicosis o a volar aquel viejo alcantarillado, fuente de fiebres tifoideas, que las autoridades se negaban a sustituir por uno que no perjudicase la salud pública. Aquel Mason ha desaparecido entre el confort y la falta de compromiso con sus ideales médicos, lo cual implica la negación del yo que se confirma durante la escena en la que rechaza la propuesta de su amigo el doctor Denny (Ralph Richardson) y desestima ayudar a la hija de la dueña del restaurante donde siempre tuvo un plato de comida. <<Andrew, cariño, ¿no ves que te estás vendiendo a ti mismo?>>, le dice Christine al no reconocer en él al hombre que fue. Pero el renacer del protagonista no se produce como consecuencia de las palabras de su mujer, sino por la desastrosa y trágica operación de la que es testigo, un shock que lo devuelve a la senda vital iniciada por aquel joven sin blanca, pero con su individualidad y su compromiso médico intactos, consciente de que son las ideas y el esfuerzo de cada uno de sus componentes los que permiten la mejora grupal que defiende durante el juicio que cierra el film.
sábado, 4 de junio de 2016
La ciudadela (1938)
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