jueves, 22 de octubre de 2015

El forastero (1940)


Existen películas que marcan un antes y un después. Algunas por sus innovaciones técnicas, otras por la magistral narrativa que atesoran, varias porque reúnen ambas y unas cuantas porque se convierten en iconos populares, pero son pocas las que reúnen todas las condiciones. Una de estas magistrales excepciones es La diligencia (StagecoachJohn Ford, 1939), cuyo éxito convenció a las grandes productoras para apostar por un género hasta entonces relegado a las dobles sesiones o a formar parte de seriales como el protagonizado por John Wayne antes de participar en la película que lo catapultó al estrellato
. Como consecuencia de la gran acogida de La diligencia, las majors aumentaron los presupuestos y los días de rodaje de sus westerns, además de emplear en ellos a sus mejores directores y a sus estrellas, circunstancia inusual hasta entonces, aunque existen excepciones puntuales como Buffalo Bill (The Plaisman; Cecil B. DeMille, 1938) que, al igual que El forastero (The Westerner, 1940), contó con el protagonismo de Gary Cooper. En 1940 tanto el actor como William Wyler tenían contrato con el productor Samuel Goldwyn, que de esta manera se aseguraba una gran estrella y un realizador que había demostrado su talento en películas como Callejón sin salida (Dead End; 1937) o Jezabel (Jezebel; 1938). Entre 1925 y 1928, Wyler dirigió cerca de una treintena de westerns de bajo presupuesto, de argumentos simples y prácticamente iguales, pero El forastero nada tenía que ver con aquellas producciones de serie B en las que se fogueó como cineasta. Se trataba de una producción importante, en la que su productor tenía los ingredientes necesarios para aventurarse en un género que había madurado lo suficiente para abordar historias que iban más allá del típico enfrentamiento entre estereotipos que no dejaban de repetirse en su linealidad, hasta que Ford sorprendió a propios y a extraños con La diligencia.


El éxito del film fordiano ascendió al western a la primera división de Hollywood y Goldwyn, viendo un filón en el género, se hizo con un espléndido grupo de guionistas —el 
guion está firmado por Jo Swerling y Niven Busch, a partir de una historia de Stuart N. Lake, y contó con la participación, sin acreditar, de Lillian Hellman, Dudley Nichols, W. R. Burnett y Oliver La Farge— exigió a Cooper que cumpliese su contrato y aceptase participar en un largometraje que no era de su agrado, ya que el divo consideraba que su papel perdía protagonismo en beneficio del personaje interpretado por Walter Brennan, un magnífico "roba planos", entre los más grandes que ha dado el cine estadounidense, que encarnó de modo magistral al juez Roy Bean, pero cuya sola presencia no llenaba las salas comerciales, algo que sí hacía la del protagonista de Solo ante el peligro (High Noon; Fred Zinnemann, 1952). Dejando en un aparte el reparto de protagonismo y de egos (y lo bueno que era Brennan en lo suyo), El forastero es un western inusual y desmitificador que prescinde de tópicos para decantarse por la relación de atracción-rechazo que surge entre Cole Harden (Cooper) y Roy Bean (Brennan), cuya particular visión de la justicia queda definida al inicio del film, cuando afirma que <<en este tribunal, los ladrones son juzgados con justicia, antes de morir en la horca>>. El falso juez lo expresa ante Harden, a quien juzga por el robo de un caballo. En ese instante el forastero lanza una mirada cínica a los dominios de un hombre que no cesa de proclamar a los cuatro vientos su autoridad y su admiración por la actriz Lily Langtry, cuyo retrato preside el bar que también hace las veces de tribunal. La relación entre estos dos hombres opuestos, pero complementarios, desmitifica a las leyendas del viejo oeste, de ahí que El forastero sea un western atípico, entre cómico y crepuscular cuando estos aún no existían, que se centra en la intimidad de dos personajes inmersos en el conflicto que enfrenta a los ganaderos y a los colonos que habitan el lugar, y que se excluyen mutuamente sin intentar alcanzar el equilibrio propuesto por el forastero cuando, desde el diálogo y la mentira, intenta influenciar en el comportamiento de Bean, un personaje tan terrenal como ambicioso, y cuyo patetismo se agudiza a punto de ver cumplido el sueño de conocer a la actriz que idolatra.


1 comentario:

  1. Es magnifica esta película un clásico absoluto. Tiene escenas que me encantan, cuando llevan a Cooper al bar que notable, le dice que conoce a la mujer del cuadro para no morir y funciona, que genial el juez hace un papel notable de Brennan. Este cine clásico es indestructible.

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