<<Ayer se te fue la olla>>, le dice su hermana pequeña a Mitshuka, y quizá hoy se me vaya a mí y lo que escriba a continuación suene al desvarío de un prepotente, aunque no sea esa mi intención. Por ello me disculpo, pero no por tener claro que me trae sin cuidado que me hablen de una película que no he visto, me analicen un cuadro o me comenten un libro, porque, si de verdad merecen la pena, en el momento de la lectura o del visionado me olvido de cuanto me han contado. En ese instante, las líneas, las imágenes y mi interpretación de aquello que veo o leo, nadie más, son las únicas que tienen cabida en el diálogo que se desarrolla en mi mente, salvo que algo o alguien se cuele en ella y me llene de emociones similares a las que sienten los personajes de Makoto Shinkai, entonces, al igual que ellos, también sueño, siento soledad o compañía, olvido o recuerdo. Lo que busco en una película no son giros inesperados, la mayoría de las veces previsibles y tramposos, ni finales sorprendentes que ni deberían sorprender al más despistado, tampoco me importa conocer de antemano el principio o el fin de una historia, menos aún la de Your Name (Kimi no na wa, 2016), pues, de solo conocer esos dos instantes (que además pueden resultar obvios), nunca podría hacerme una idea de la reflexión y la sensibilidad que encierran sus imágenes. Los anhelos, las circunstancias, la humanidad y los pensamientos-reflexiones de los protagonistas dan vida a las películas de Shinkai, al menos, a aquellas que he visto hasta la fecha: El lugar que nos prometimos (Kumo no mukô, yakusoku no basho, 2004), Cinco centímetros por segundo (Byôsoku 5 senchimêtoru, 2007), El viaje a Agartha (Hoshi o ou Kodomo, 2011), el mediometraje El jardín de las palabras (Koto no ha no niwa, 2013) y este éxito comercial sin precedentes en el anime japonés. Todas me han llevado a pensar que el cineasta reflexiona una y otra vez sobre el amor, la separación, la soledad, la pérdida, la búsqueda, los sueños y las distancias, temporales y espaciales que separan a personajes tan complejos como humanos y desorientados. Pero, si en las cuatro primeras no asoma ni una nota de humor, en Your Name la comicidad se combina con la fantasía, el drama y el romance (no del tipo chica encuentra chico o viceversa, uno de ellos mete la pata, se separan y... no voy a ser yo quien desvele su típico final) para enganchar al público desde su inicio, cuando todavía se desconoce por qué Mitshuka nos dice <<a veces, cuando me despierto por la mañana, me doy cuenta de que estoy llorando>> y Taki <<nunca consigo recordar el sueño que he tenido, pero...>>, pero la sensación de que han perdido algo los acompaña durante un buen rato. Tampoco comprendemos por qué la adolescente no recuerda su extraño comportamiento del día anterior, un comportamiento al que aluden todos aquellos que van asomando en la pantalla y de cual no hemos sido testigo. Pronto sabremos las respuestas a los por qués planteados por Shinkai, también autor del guión (basado en su novela gráfica), pues no tarda en mostrarnos dos vidas que se intercambian a través de sueños que superan el tiempo, los principios y los finales, también el espacio físico que los separa. Dicho intercambio posibilita que cada uno se familiarice con la existencia del otro, con sus costumbres y sus realidades (la tradición del pueblo de Mitshuka o la modernidad del Tokio donde habita Taki), acercándoles mediante experiencias que, al tiempo que anotan para mantener informado al otro, crean el vínculo que cobra aspecto físico en el lazo que a ella le sujeta el cabello y él lleva anudado en su muñeca. Como sucede en las más contemplativas Cinco centímetros por segundo o El jardín de las palabras, Your Name nos descubre a un cineasta sensible que desnuda la interioridad de sus personajes para mostrar sentimientos, miedos y anhelos, mientras nos muestra el crecimiento de ese amor al que Mitshuka y Taki se aferran, más allá de lo temporal y de lo racional, un sentimiento que los desborda y que los convierte en seres en constante búsqueda (cuando están el uno sin él otro), dominados por la sensación de haber perdido algo sin el que sus vidas están condenadas a la soledad y al vacío existencial que Taki siente cuando, repentinamente, Mitshuka desparece y su lugar lo ocupa el <<es como si siempre estuviera buscando algo o a alguien>>.
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