Posiblemente el personaje más conocido y reconocido de Arthur Conan Doyle sea el detective victoriano Sherlock Holmes, pero la extensa obra literaria del escritor escocés abarca desde novelas históricas hasta poesía, pasando por ensayos o relatos de ciencia-ficción como los protagonizados por el profesor Challenger, cuya primera aventura literaria, El mundo perdido (The Lost World, 1912), sirvió de inspiración para esta producción pionera de la fantaciencia cinematográfica estadounidense. El mundo perdido (The Lost World) fue realizada ocho años antes de que Merian C.Cooper y Ernest B.Schoedsack visitasen el remoto hogar de King Kong, y mucho antes de que Irwin Allen rodase su adaptación de la misma novela en 1960, o de que Steven Spielberg arrasara en las salas comerciales con Jurasic Park y su secuela, la cual comparte título con este film realizado por Harry O.Hoyt, en el que se pueden observar a los primeros dinosaurios que dominaron en un largometraje. Sin embargo nadie cree en la existencia de los saurios a los que alude el profesor Challenger (Wallace Beery), como demuestran las risas y burlas de sus colegas mientras les hace partícipes de tan extraordinario descubrimiento. Así pues, este científico es recibido entre los suyos de un modo similar al sufrido por el astrónomo de La mujer en la Luna (Fritz Lang, 1928) cuando aquél expone la hipótesis de que en el satélite terrestre existe una gran veta de oro. Pero, al contrario que el visionario de Lang, Challenger no rehuye el enfrentamiento ni se recluye para sentir lástima de sí mismo, sino que reta a los presentes a que lo acompañen en una expedición que demostrará sus palabras. A decir verdad, Challenger no ha estado en el lugar al que se dirigen, y por lo tanto no ha visto a los animales que en él habitan, pero apoya su teoría en el relato de Paula White (Bessie Love) y en el diario del padre de ésta, donde aquél dejó constancia escrita de su hallazgo antes de perderse en el mundo prediluviano al que pretenden llegar el profesor y sus acompañantes. Todos los personajes que se unen a la búsqueda muestran motivos diferentes a la necesidad científica de Challenger; a Paula le mueve la esperanza por encontrar a su padre, a John Braxton (Lewis Stone) le guía el amor que siente por la joven, algo similar le ocurre al reportero Ed Malone (Lloyd Hughes), que se embarca en la aventura porque necesita demostrar a su prometida que es capaz de enfrentarse a la muerte; sin embargo, al incrédulo profesor Summerlee (Arthur Hoyt) le convence la posibilidad de divertirse a costa de la supuesta locura de su colega. Estos son los motivos que les adentra por la inexplorada selva amazónica después de que el científico acepte a Ed como miembro del grupo, y éste logre que el periódico para el que trabaja patrocine la expedición, que se traslada de Londres a la Amazonia brasileña, donde en un primer momento no encuentran el menor rastro de dinosaurios. Este hecho provoca que Ed se convenza de que las criaturas prehistóricas solo existen en la imaginación de quienes desean creer en ellas, pero durante ese tiempo de espera se enamora de la hija del desaparecido, aunque ésta no es capaz de aceptarle porque no puede soportar la idea de provocar la infelicidad de otra mujer. Más importante y novedosa que la historia romántica que se expone en El mundo perdido (The Lost World) sería la presencia de los gigantescos saurios que finalmente el grupo descubre en un lugar anclado en el tiempo. En este punto El mundo perdido resulta un film más que interesante, al permitir observar las técnicas de animación de miniaturas empleadas para dar vida a los saurios (destacando la presencia de un dinosaurio en las calles londinenses), que anteceden a las mostrados en King Kong, una película más lograda desde un punto de vista tanto técnico como dramático, pero que bebe directamente de ésta curiosidad cinematográfica que el propio Arthur Conan Doyle se encargó de presentar mediante su aparición en la pantalla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario