Como se descubre en anteriores películas de Wes Anderson, Moonrise Kingdom se encuentra poblada por individuos cuyos comportamientos pueden resultar a primera vista un tanto extraños, pero si se profundiza en ellos se observa que son fruto de necesidades y carencias emotivas y afectivas como las que condicionan a los miembros de la familia de Los Tenenbaum o a los tres hermanos de Viaje a Dajeeling. Y al igual que aquéllos, los personajes de Moonrise Kingdom se encuentran sumidos en la insatisfacción que les ha derrotado y obligado a ser como son, por lo que solo los dos niños protagonistas hacen algo para apartarse de ella al llevar a cabo el plan que han ideado por correspondencia. Pero antes de que las imágenes se centren en Sam (Jared Gilman) ya se comprende que se trata de un niño a quien no aceptan ni en el seno de su familia de acogida ni en el campamento scout de donde se fuga para encontrarse con Susan (Kara Hayward), condicionada por la indiferencia de unos padres que nada tienen que decirse, salvo el intercambio insustancial de información laboral. La aventura de Susan y Sam les lleva a recorrer una isla donde afloran sus sentimientos, sus reflexiones y su relación afectiva, en la que encuentran el calor y la comprensión que no han hallado en un entorno del que nunca se han sentido parte. La escapada es su manera de revelarse contra aquéllo que les lástima, y durante un breve espacio de tiempo consiguen apartarse de un ambiente repleto de seres emocionalmente tan heridos como ellos, entre quienes destaca la presencia del solitario jefe de los scouts (Edward Norton) y la del capitán Sharp (Bruce Willis), triste, taciturno y amante de Laura Bishop (Frances McDormand), la madre de la niña. No obstante, el sueño de libertad resulta efímero y concluye con su captura, pero la noticia de que Sam será enviado a un centro de acogida, o algo peor, parece despertar tanto a los adultos como al grupo de niños que hasta ese instante han rechazado a su compañero, a quien deciden ayudar para que vuelva a huir en compañía de su alma gemela poco antes de que estalle la tormenta a la que el narrador (Bob Balaban) hace referencia en los primeros compases de la película. En Moonrise Kingdom Wes Anderson volvió a desarrollar su peculiar estilo, que se posiciona entre el cine personal y el comercial, marcado por la irrealidad y el humor que dan forma a las relaciones que se producen entre los personajes, centro exclusivo de sus intereses como guionista y director; de ahí que se priorice en los sentimientos de rebeldía de los dos niños ante la pasividad de los adultos, en el distanciamiento que domina en el matrimonio Bishop o en la derrota existencial de un policía que intenta escapar de la soledad mediante su relación clandestina con Laura.
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