sábado, 14 de septiembre de 2024

El viento que agita la cebada (2006)


En 1171 Enrique II de Inglaterra desembarca con su ejército en las costa irlandesa, ocho siglos después las fuerzas de ocupación británicas continúan en la isla, aunque incapaces de asimilar a los naturales irlandeses; al menos a una gran parte que pretende la independencia, meta que resurge con mayor fuerza en el siglo XIX. La historia que Ken Loach cuenta en El viento que agita la cebada (The Wind That Shakes the Barley, 2006) arranca en 1920, y se narra desde el punto de vista de los rebeldes irlandeses, perspectiva que se desdobla en la segunda parte del film, cuando, tras el tratado que firman los líderes irlandeses y británicos, surgen las divergencias entre los independentistas y se crean dos bandos. Ese comienzo de película recrea un instante de aparente apacibilidad, en el que dos equipos de vecinos compiten tan tranquilos, divirtiéndose en un partido que no presagia el enfrentamiento fraterno posterior. Ese comienzo introduce la represión británica, de la cual se encargan las fuerzas de ocupación que se han radicalizado tras movimientos independentistas como el alzamiento de Pascua en abril de 1916. Se endurecen para no perder el control sobre la isla, una pieza más en su gran imperio.


Prohibidas las reuniones, se corta por lo sano cualquier opción de rebelión; así que la armonía que impera durante el juego se rompe poco después de finalizar el partido, cuando irrumpe el pelotón ingles que Loach muestra brutal. No se trata tanto de establecer una línea entre buenos y malos —en todo caso inexistente—, sino de la mirada que Loach (y Paul Laverty, el guionista) escoge para narrar. La suya se posiciona al lado de las víctimas de la violencia de Estado, una violencia que, según Hannah Arendt, surge cuando el Poder se siente amenazado. <<Gobernar por medio de la violencia ocurre cuando se está perdiendo el poder>>, pero <<el poder y la violencia se oponen el uno a la otra; allá donde uno domina, la otra está ausente. La violencia aparece cuando el poder peligra, pero si se permite que siga su curso, lleva a la desaparición del poder>> (1). Y viendo peligrar su poder en la isla, el gobierno británico, por medio de sus tropas, prohíbe, humilla, abusa, golpea, ejecuta. Pero resulta que a la fuerza bruta del Imperio le sigue una opuesta de igual o mayor intensidad. Este choque no es puntual ni aislado, sino que se produce en todo el país, sumido entre dos violencias (y terrores): la de ocupación y la de liberación. La guerra por la independencia es una guerra sucia, de guerrilla, torturas y delación, sin un campo de batalla concreto, pues toda Irlanda puede serlo, se lucha en las calles y en los campos, pero no en una lucha abierta.


Alejada de los grandes nombres de la historia, de los Michael Collins y Éamon de Valera, que son los antagonistas escogidos por Neil Jordan para su mirada a la independencia irlandesa en Michael Collins (1996), El viento que agita la cebada se mantiene fiel a la mirada compartida por Loach y Laverty, la cual se centra en un pequeño grupo anónimo para abordar el conflicto que depara una guerra civil entre hermanos. En este aspecto, la mirada histórica al conflicto y a la esperanza que no se cumple o que se cumple a medias en el caso irlandés, El viento que agita la cebada, título que se corresponde con el del poema (canción) de Robert Dwyer Joyce, complementa en cierto modo lo expuesto en Tierra y libertad (Land and Freedom, 1995). Ambas son películas bélicas al estilo de Loach, es decir que se posiciona hacia el lado de los oprimidos por un sistema que les impide dejar de serlo e intenta establecer un diálogo imposible dentro de la revolución que, en los dos casos, viven los personajes. Ambientadas entre las dos guerras mundiales, desarrollan un pasado de lucha por la libertad y el alto precio que implica vivir el sueño de ser libres en la utopía que esperan construir: por un lado la libertaria y por otro la independencia. En las dos se acaricia la posibilidad de la victoria, pero se malogra en el caso español —la reacción vence a la revolución—, y en el irlandés depara una lucha fratricida, pues lo que se inicia como una guerra de independencia acaba siendo un conflicto civil entre amigos e incluso entre hermanos. La lucha contra los británicos depara un acuerdo agridulce, una victoria parcial, que no contenta y que genera la desilusión de no pocos guerrilleros, independentistas y republicanos irlandeses, entre ellos Damien (Cillian Murphy), quien durante la guerra de independencia lucha junto a su hermano Teddy, a quien se enfrenta tras el tratado de paz firmado por los líderes irlandeses y los británicos. En ese instante se produce una división entre los republicanos, algunos como Teddy (Pádraic Delaney) asumen que deben cumplir el pacto, que les concede autonomía, aunque manteniendo el juramento de lealtad a la corona británica —los políticos ingleses temen que la pérdida de Irlanda sea el principio del fin de su vasto imperio—, y otros como Damien continúan la lucha porque consideran que no les concede la libertad ni la independencia por la que tantos de los suyos han sufrido y muerto…


(1) Hannah Arendt: Sobre la violencia (traducción de Carmen Criado). Alianza Editorial, Madrid, 2018.

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