En gran parte del film, se caricaturiza el género para recalcar la falsa imagen sobre la que se sustentó el western desde sus orígenes hasta entrada la década de 1950, cuando Anthony Mann estrenó La puerta del diablo (The Devil’s Door, 1950) y Delmer Daves hizo lo propio con Flecha rota (Broken Arrow, 1950). Nelson satiriza el enfrentamiento y acercamiento de dos personajes inicialmente antagónicos, puesto que se produce un choque entre el pensamiento del soldado bisoño a quien da vida Peter Strauss y la experiencia de la mujer interpretada por Candice Bergen, en otro de sus personajes atípicos, aguerridos y atractivos —como los de Muerde la bala (Bite the Bullet, Richard Brooks, 1975) y El viento y el león (The Wind and the Lion, John Milius, 1975). Ella es el personaje fuerte, la que fue secuestrara por los cheyenes y quien ha vivido con ellos durante los últimos dos años, siendo la esposa del jefe Águila Negra (Jorge Rivero), asimilando y respetando costumbres, compartiendo la cotidianidad, las dificultades y la amenaza blanca que el joven soldado ignora y niega. Inicialmente, Johnny no comprende la situación india, solo acepta la versión oficial, aunque la experiencia que ambos comparten durante el camino implicará acercamiento y aprendizaje, del cual ella es en parte responsable. Cresta no es una mujer que se esconda detrás de falsas formas y comportamientos hipócritas, puesto que asume como característica principal una sinceridad que sorprende a Johnny. Cresta sabe más de cualquier aspecto de la vida que el soldado, en un primer momento ingenuo, patriota y virginal; ella conoce y comprende mejor tanto el terreno como la realidad del conflicto indio a la que accedemos después de que la pareja escape del asalto cheyene al pelotón del que formaban parte. Son los únicos supervivientes y también serán los testigos de la masacre perpetrada por el desequilibrado coronel Iverson (John Anderson) y sus no menos salvajes seguidores, el 21 de noviembre de 1864, en una aldea cheyene situada en el territorio de Colorado. Soldado azul empieza con una matanza y concluye con un exterminio. La diferencia es obvia, además, la mirada de Johnny, su comportamiento, su comprensión de la realidad, la enfatiza. Inicialmente ingenuo, el soldado no duda de la verdad oficial, pero, tras su viaje de aprendizaje al lado de Cresta, la verdad es otra: es la que ve con sus propios ojos, la que le hace vomitar y renegar del orden patriótico que nunca antes había cuestionado.
jueves, 8 de julio de 2021
Soldado azul (1970)
En 1970, el ejército estadounidense luchaba a miles de kilómetros de las fronteras de su país. Lo hacía en Vietnam, en una guerra que la opinión pública empezaba a criticar sin disimulo en las calles, en las universidades, en los medios y en distintas producciones cinematográficas. En cierto sentido, esa crítica sería la intención de Soldado azul (Soldier Blue, 1970) al establecer similitudes entre dos períodos históricos que tienen en común la intervención militar en los territorios de las diferentes tribus nativas de Norteamérica, en el primer caso, y en la península de Indochina, en el segundo. Así, desde el pasado, Ralph Nelson señalaba aspectos de su presente y concedía el protagonismo absoluto a dos personajes marginales, más atractivos y poliédricos que héroes y heroínas al uso. En sus películas, Nelson insistía en este tipo de personajes y transitaba espacios donde sus protagonistas, los más interesantes de su filmografía, son desubicados sociales que acaban siendo los testigos y los protagonistas de situaciones particulares que remiten a cuestiones más allá de la propia experiencia que viven en el instante que se muestra en la pantalla. Esto se patentiza en el ámbito boxístico de Réquiem por un campeón (Requiem for a Heavyweigh, 1962), en la Sudáfrica del Apartheid en La conspiración (The Wilby Conspiracy, 1974) o en el oeste de Soldado azul (Soldier Blue, 1970), western que, junto Pequeño gran hombre (Little Big Man, Arthur Penn, 1970), asume como parte de su identidad desenfado, ironía y caricatura. La representación del hecho histórico escogido por Nelson, al igual que Penn en su propuesta, enfatiza el salvajismo del hombre blanco para con el nativo norteamericano, a quien invade en sus tierras asumiendo que su civilización justifica la brutalidad y la conquista, una invasión en toda regla, salvo por el hecho de que los indios no conocen el significado político de fronteras ni la hipocresía que les señala a ellos como salvajes.
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Interesante análisis el que llevas a cabo respecto al componente crítico de unos wésterns atípicos.
ResponderEliminarSaludos.
Gracias, Juan. Creo que el western es un género que, en buenas manos, da mucho juego; me refiero a que resulta más complejo de lo que aparenta, ya que permite e invita a transgredir sus límites genéricos sin tener que abandonar las coordenadas espacio-temporales que lo hacen reconocible.
EliminarSaludos.