Amigos de la infancia, Ray Bradbury y Ray Harryhausen vieron cumplido aquel deseo de juventud en el que <<uno inventaría monstruos y el otro haría que se movieran>> cuando coincidieron en esta producción de serie B, en la que el primero fue autor de la historia en la que se basa su guión y el segundo el responsable de diseñar el gigantesco dinosaurio que devasta la ciudad de Nueva York en la parte final del film. El monstruo de tiempos remotos (The Beast from 20.000 Fathoms) se inicia en el círculo polar Ártico con un grupo de soldados y científicos que experimentan con bombas atómicas, porque según ellos su estudio posibilitaría un futuro mejor. Pero la cosa no sale como esperan, ya que, en lugar de encontrar respuestas, despiertan a una criatura del pasado que se levanta con el pie izquierdo, iniciando su destructivo avance por el Atlántico norte hasta la "gran manzana". Nadie cree al doctor Thomas Nesbitt (Paul Christian), el científico que sobrevive al encuentro con el saurio. Pero ¿cómo tachar de escépticos a los expertos que tras escuchar su delirio le diagnostican un trastorno psicológico producido por el accidente en el que perdió la vida su compañero? No obstante cuanto dice es real, a pesar de no tener base científica, toda una contrariedad para un hombre de ciencia incapaz de convencer al resto de que sus palabras no son fruto de una alucinación postraumática, sino de una realidad que debe ser investigada. La única entre tanto profesional que parece dispuesta a conceder el beneficio de la duda al experto en radiación atómica es la doctora Lee Hunter (Paula Raymond), la ayudante del profesor Elson (Cecil Kellaway), eminente paleontólogo a quien Nesbitt acude como último recurso. A pesar de que le gustaría, Elson no puede aceptar como válido el relato del físico, a menos que éste presente alguna prueba que demuestre la existencia de una bestia que ataca embarcaciones pesqueras, aunque esto último no son más que rumores publicados en las secciones de humor de los periódicos. Pero estas noticias convencen a Thomas para viajar a Canadá, donde se entrevista con un testigo que confirma la veracidad de sus palabras, hecho que sirve para involucrar al paleontólogo, de igual modo que se involucra el ejército cuando descubren la inexplicable destrucción de un faro. El monstruo de tiempos remotos antecede en un año a Godzilla (Ishiro Honda, 1954), la criatura prehistórica más famosa de la pantalla, que al igual que la diseñada por Ray Harryhausen despierta de su letargo como consecuencia de una explosión similar a la que se produce al inicio de este film. De hecho existen muchas similitudes entre ambas películas, incluso los responsables de Godzilla reconocieron la influencia que tuvo El monstruo de tiempos remotos, que a su vez estaría condicionada por El mundo perdido (Harry O.Hoyt, 1925) y King Kong (Merian C.Cooper y Ernest B.Schoedsack, 1933). Sin embargo existen diferencias entre las dos producciones, la más clara se encuentra en el alegato pacifista de la variante japonesa, que se posiciona claramente contra la utilización del armamento atómico, postura ausente en el film de Eugène Lourié, en el cual se habla de la bomba como el génesis u origen de una nueva era. Lo que sí resulta igual de demoledor sería el ataque de los monstruos prehistóricos contra una gran urbe de maqueta, en este caso una Nueva York similar a aquella por donde el gorila por antonomasia de la historia del cine, aquél que convenció a Harryhausen para dedicarse a la creación de efectos especiales, había paseado sus sentimientos y su desesperación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario