Desde la introducción del hombre que se mira en el espejo <<derrotado. Derrotado... pero no vencido>> hasta la voz femenina que expresa <<y cuanto más se apure el proyector no quedará más que el lienzo blanco>> con el que se cierra No compteu amb els dits/no contéis con los dedos (1967), Pere Portabella toma conciencia de que el cine es un medio -lo asume y no lo esconde- y rompe con la narrativa convencional y busca formas que le permitan expresar en imágenes su subjetividad frente al sistema y al cine establecido. Tampoco nos coge por sorpresa la intención rupturista del cineasta catalán, al ser uno de los componentes del grupo que Muñoz Suay llamó Escuela de Barcelona, que priorizaban el cine experimental y de vanguardia. Pero años antes ya había mostrado su disconformidad cinematográfica fundando la productora FILMS 59 para producir Los golfos (Carlos Saura, 1959). Al año siguiente produjo El cochecito (Marco Ferreri, 1961) y, poco después, se asoció con UNINCI y Gustavo Alatriste para producir Viridiana (1961), el regreso de Buñuel a España. Esta mágnifica obra maestra que Buñuel regaló a la cinematografía española escandalizó por su anticlericalismo y provocó que a Portabella lo expulsaran de la asociación de productores. Sin embargo, este contratiempo no le apeó del cine, le llevó a colaborar con Francesco Rosi en El momento de la verdad (Il momento della verità, 1964). Sacó provecho de la experiencia y descubrió aspectos cinematográficos que le servirían cuando FILMS 59 revivió para un proyecto que iba a ser dirigido por Jacinto Esteva, Joaquim Jordà, Ricardo Boffil y el propio Portabella. Aunque este film a cuatro bandas no cuajó, él debutó en la realización con este mediometraje experimental formado por una sucesión de momentos que entremezclan recursos publicitarios (planos cortos, primerísimos primeros planos, como el del rostro que un barbero rasura, o voces que parecen querer promocionar un producto que, sin necesidad de él, te llevarás a casa) e influencias vanguardistas (entre las que se cuelan las del primer Buñuel). <<Tenía claro desde el principio que no quería trabajar con guiones tradicionales, y fue entonces cuando contacté con Joan Brossa. No tenía ni idea de la mecánica del cine, pero era un gran aficionado a las películas. Lo primero que le dije fue que no me interesaba ilustrar su teatro o su poesía, si no trabajar con él. Brossa, que como poeta estaba en la línea de los sketchs visuales, sugirió la idea de hacer spots y, con su textura y el tratamiento del tiempo, crear una suite. Esto me encantó>>.1 Lo que queda claro del asunto, es que en No compteu amb els dits no trabajó con un guion tradicional. También que nace un cineasta radical, o uno con la necesidad de serlo, que rompe con la narrativa convencional y experimenta con formas publicitarias que señalan la fiebre consumista que en la segunda mitad de la década de 1960 se expande por las áreas urbanas de la Península. Pero sobre todo, aparece un realizador con personalidad, con conciencia de que el cine no es un fin, sino el medio que le permite expresarse y rebelarse; lo hace mediante imágenes y sonidos y dejando esa pantalla en blanco que anuncia el espacio vacío que abre Nocturno 29 (1968), su siguiente film, de nuevo escrito junto a Joan Brossa y también fotografiado por Luis Cuadrado.
1.Pere Portabella; entrevistado por Quim Casas. Los nuevos cines en España. Ilusiones y desencantos de los años sesenta. Pág. 334. Institut Valencia de Cinematografia Ricardo Muñoz Suay, Valencia, 2003.
1.Pere Portabella; entrevistado por Quim Casas. Los nuevos cines en España. Ilusiones y desencantos de los años sesenta. Pág. 334. Institut Valencia de Cinematografia Ricardo Muñoz Suay, Valencia, 2003.
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