I... Como Ícaro (1979)
Encerrados dentro del laberinto, Dédalo e Ícaro construyen alas para escapar de Minos. Padre e hijo vuelan, pero este último lo hace tan alto
que la cera que sujeta sus alas se derrite al acercarse al sol. Ha llegado más alto que ningún otro, pero cae y fallece en su intento de aproximarse a la esfera solar. En otro mito, en este caso platónico, la luz solar representa la verdad: la realidad hasta entonces oculta para quien vive entre sombras. La muerte de Ícaro se produce porque intenta alcanzar lo prohibido mientras que el personaje platónico sufre la intensidad de la luz, momentáneamente dolorosa, puesto que la primera reacción simboliza su negación ante la realidad desvelada. Pero la ficción recreada por Henri Verneuil en I... Como Ícaro
(I... Comme Icare, 1979) no se inspira en la mitología griega, aunque su protagonista se acerca a lo prohibido y a la verdad sobre el
asesinato del presidente (Gabriel Lattand) del país imaginario donde se desarrolla la trama. I...
Como Ícaro tampoco es platónico, es la crónica de una investigación ficticia que encuentra su inspiración en la realidad —la muerte
de John Kennedy y el informe de la comisión Warren— y recrea una teoría
de la conspiración en ciertos aspectos similar a la que Oliver Stone expondría años después en J. F. K. Caso abierto (1991). Verneuil no oculta el origen de su
propuesta e insiste en ello desde el inicio, cuando establece la similitud entre el sucedo acaecido en Dallas y el sufrido por el líder del
país ficticio donde se desarrolla la intriga. El presidente viaja en un descapotable
oficial por las calles de una ciudad. Sobre el asfalto, un grupo de policías motorizados escolta el vehículo presidencial, pero la seguridad resulta insuficiente y el político cae abatido ante la multitud de curiosos y simpatizantes que llenan las aceras para verle, tal vez también para aplaudirle y vitorearle o, simplemente, para decir que estuvieron allí. Durante esos instantes, Verneuil introduce
un segundo punto de interés: el francotirador, que dispara desde una azotea. Lo hace tres veces sin que nada suceda, pues el fúsil que emplea no tiene balas. Sin embargo, poco después
varios disparos acaban con la vida del mandatario que cita a George Bernard Shaw, dejando ver en ello un idealismo peligroso para los distintos intereses en la sombra.
El supuesto asesino
responde al nombre de Daslow (Didier Sauvegrain), cuyo
apellido tiene las mismas letras que Oswald. No es una coincidencia, sino un personaje basado en el real. Sabemos
que no ha sido el autor, como también conocemos que no se
suicidó, sino que fue silenciado. Un año después del hecho, la comisión
encargada de la investigación concluye que Daslow fue el único
responsable, pero la teoría del asesino solitario no convence al
procurador Volney (Yves Montand). Este señala ante las cámaras que cada
afirmación del informe Heiniger introduce una duda. <<En
resumen, ante seis afirmaciones, me encontraría ante seis dudas>>,
dice en el programa televisivo donde expone los motivos de su disconformidad. Como miembro de la comisión, tiene derecho a reabrir la investigación e inicia sus pesquisas
sin apenas pistas, aunque estas le conducen a otras que o bien han
sido pasadas por alto o borradas, como sucede con ocho de los nueve
testigos que descubre en la grabación casera que un ciudadano le vende una copia, de la que ya ha vendido otra con anterioridad.
Los pasos de Volney apuntan hacia una conspiración de diferentes intereses que se aliaron para dar muerte a la amenaza
que implicaba la política del político asesinado. Pero Verneuil
no se queda ahí, también toma de la realidad el
experimento llevado a cabo por Stanley Milgram a principios de la década de 1960 y apunta un hecho que llama la atención del protagonista. Este acude a la universidad para preguntar por Daslow y allí es testigo del Estudio conductual de la obediencia. Aunque inicialmente Volney lo ignora, observa un experimento sobre el comportamiento humano y no sobre la memoria, como creen los voluntarios e incluso él mismo. Pero se trata de un estudio de la obediencia del individuo a la autoridad, una obediencia que acata porque, aunque atente contra sus valores morales, la propia idea de autoridad legitima la aberración, la violencia o cualquier conducta exigida. Este sería el caso del francotirador solitario, que recibe la orden y la asume, porque ha llegado de las altas esferas de poder que el procurador pretende alcanzar para desvelar su implicación en el asesinato del presidente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario