La escritora neoyorquina Susan Sontag fue la autora de ensayos tan populares como Contra la interpretación, que se publicó junto a otros textos suyos en 1966. Entre otras cuestiones, en el ensayo habla de cine, en textos posteriores se centra en Robert Bresson, Jean-Luc Godard, Michelangelo Antonioni o Alain Resnais, pero, en todo caso, sus palabras desvelan conocimiento y su gusto por el medio cinematográfico. Tres años después, debutaba en la realización de largometrajes con Duett for kannibaler (1969), un film que se ajustaba al cine de “autor” europeo de la época, cuando las nuevas olas ya habían llevado a cabo su intención renovadora. Por entonces, en el ámbito cinematográfico, surgieron nuevos cineastas con pretensiones intelectuales y artísticas; en la mayoría de los casos obedecía a una moda esnob, más que una posibilidad expresiva, pero también se produjeron casos de intelectuales que coquetearon con el cine. Este sería el caso de Sontag, que se dejó seducir por la posibilidad de expresarse mediante el audiovisual. Mas no es lo mismo saber de cine, interpretar sus formas y sus discursos, que apropiarse de sus recursos y emplearlos con acierto. La escritora rodó su primera película en Suecia, donde también rodaría la segunda, asumiendo un ritmo lento, íntimo, que resulta entre pedante y plomizo. Quizá se topó con un medio que limitaba su pensamiento creativo y filosófico o puede que se descubriese en la contradicción de querer expresar y al tiempo obligar al público a interpretar su retrato de cuatro personajes a quienes encierra en el conflicto, en un toma y daca psicológico, de deseo y frustración. En su ensayo, Sontag escribe que <<idealmente, es posible eludir a los intérpretes por otro camino: mediante la creación de obras de arte cuya superficie sea tan unificada y límpida, cuyo ímpetu sea tal, cuyo mensaje sea tan directo, que la obra pueda ser… lo que es.>> A continuación, se pregunta: <<¿Es esto posible hoy?>> Y se responde: <<Sucede, a mi entender, en el cine>>, del cual dice que es <<en la actualidad, de todas las formas de arte, la más vívida, la más emocionante, la más importante.>> Pero en su salto al cine, la escritora no logra evitar que su película sea objeto de interpretación, además no responde a una forma de arte vívida ni emocionante. Querer expresar las formas, los pensamientos, implica alguien a quien expresarlos, pero el problema que se presenta a la mayoría de intelectuales o pseudo intelectuales que se acercan al cine como medio de expresión es que lo toman como si fuese un espacio ensayístico donde redundar y presumir temas e ideas. Pero lograr expresar y comunicar complejidades, sin caer en la pedantería y sin provocar tedio, es todo un reto que, a mi parecer, la autora de Bajo el signo de Saturno no logra superar. Su exposición es una sucesión de escenas y formas aburridas que pretenden ser más de lo que se ve y escucha en pantalla, pretende ser un retrato externo de la interioridad emocional del cuarteto. Más que invitar, Sontag obliga al espectador. Le exige su atención y su interpretación, pues, de otro modo, queda abandonar una película que no es que distancie al público, sino que lo expulsa de su radio de acción…
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