sábado, 6 de abril de 2024

Una noche de misterio (1922)


Cuando rodó Una noche de misterio (One Exciting Night, 1922), David Wark Griffith todavía continuaba siendo uno de los grandes de Hollywood y nada apuntaba el olvido en el que caería prácticamente al tiempo que lo haría Erich von Stroheim, quien, sin duda, fue uno de los mayores artistas del Hollywood silente y una de las figuras más personales y extravagantes de aquella industria cinematográfica que cambiaria durante el rodaje de Los amores de un príncipe (El carrusel de la vida) (Merry-Go-Round, 1923), cuando Irving Thalberg lo despidió y puso en su lugar a Rupert Julian. Más adelante se producirían nuevos cambios: el fin de la era de los estudios u otros consecuencia de las nuevas tecnologías que posibilitaron el sonido, el technicolor, los autocines, la máquina de palomitas, la pantalla ancha, el formato doméstico, la imagen tridimensional, el sonido envolvente, el día del espectador, el de la marmota y el de la bestia… y lo que se quiera y se pueda desarrollar y transformar de ahora hasta la desaparición del medio tal y como se conoce o definitivamente, ya en un futuro posterior. Pero en aquel pasado no tan remoto, con la acción de Thalberg, se iniciaba una nueva época: la era de los estudios —y no me refiero a la de hincar los codos—, del productor y del ejecutivo, en la que tipos como Griffith irían perdiendo presencia hasta desaparecer. Pero aún no era tiempo de ostracismo, y el director más admirado de la segunda mitad de la década de 1910, continuaba batallando y, aunque ya no alcanzaría el nivel de sus grandes obras, una película como Una noche de misterio, que de haberse rodado unos años después sería una más entre tantas y puede que aburrida, en 1922 tenía algo. Y ese algo se vería más adelante, avanzado el tiempo, en las influencias silenciosas y en las bases que sentó para un género como el suspense.


El primer rótulo tras los créditos pide al público que no se divulgue la solución del misterio. Lo mismo hará Billy Wilder al final de Testigo de cargo (Witness for the Prosecution, 1957), pero Griffith establece el precedente al decir que <<esperamos que habléis de nuestro pequeño esfuerzo con vuestros vecinos, pero por favor, por favor, no divulguéis la solución de la trama a nadie>> Como quiero cumplir la petición de Griffith, y mantener el secreto de un film realizado hace más de cien años que se abre en África, cuando la bebé que será la protagonista pierde a su madre, no desvelaré ni la trama. Solo decir que hay ambición, miedo, asesinato y una mansión donde todos son sospechosos. Sin embargo, la duración del film, dos horas y media, y la tendencia melodramática del director de Intolerancia (Intolerance, 1916) no juegan a favor de la tensión y el misterio que harían de la película una obra mejor; al menos, así lo creo y tal creencia no menosprecia el aporte que significó para el cine de suspense Una noche de misterio, de la que René Clair escribía en 1950 que <<fue, de los postreros films de Griffith, el último que nos aseguró la supervivencia de su genio. La aportación que hizo Griffith al cine que nacía no puede medirse hoy, cuando todas sus creaciones han sido asimiladas por sus alumnos y se han convertido en el fondo común del arte cinematográfico>>. El gran realizador francés también afirma que la película del estadounidense <<es una obra menor. Pero esta obra, ¿cuántos frutos ha dado! Los films de misterio policíaco o pseudo-psicológicos […], género inferior si los hay y ajado por el abuso pero cuya trivialidad sigue dando el pego, no aportaron casi nada nuevo después de Una noche emocionante, que fue la que creó la fórmula.>> (1)


(1) René Clair: Cine de ayer, cine de hoy (traducción de Antonio Alvárez de la Rosa). Inventarios Provisionales Editores, Las Palmas de Gran Canaria, 1974.

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