viernes, 12 de abril de 2024

El oficio de las armas (2001)

En su apariencia de film bélico e histórico, El oficio de las armas (Il Mestiere delle armi, 2001) es la reflexión más allá de la voz que guía el recorrido que empieza en un tiempo presente, el último día de noviembre de 1526, pero que se desarrolla en el pasado, desde seis días antes. Ermanno Olmi inicia su recorrido donde concluye: en el funeral de Giovanni de Medici (Christo Jivkov), desde el cual se regresa al pretérito en el que las tropas de Carlos V de Alemania y I de Castilla y Aragón invaden la península itálica. El monarca hispano alemán tiene la intención de marchar sobre los Estados Pontificios; siendo Giovanni el único capaz de enfrentarse a ellos. Olmi detalla el momento entre la historia y la intimidad, sin épica, pues no pretende una exaltación ni un canto heroico. Se adentra en la destrucción que siembra la guerra y el uso que de las armas han hecho las naciones, sus gobernantes, sus personas. La aparición en combate de las armas de fuego, lo cambia todo. La artillería es impersonal, a distancia, traicionera, una nueva tecnología que aumenta la destrucción que acompaña a toda guerra, cuya naturaleza ya es de por sí destructiva. La guerra también es política y la política remite a los poderes que, aunque permanezcan en la sombra y en el resguardo lejos del campo de batalla, resultan fundamentales. Son los que mueven los hilos y los responsables principales de los conflictos armados. Pero tales poderes son secundarios en el recorrido transitado por Olmi, que acompaña y siente mayor interés por la intimidad humana de quien sufre la guerra. Presta su atención al viaje y a la agonía de Giovanni, herido en una pierna que se gangrena. Admirado y respetado, conocedor de su oficio, este capitán papal agoniza durante un trayecto cinematográfico pausado, que camina a paso lento por la niebla y la desorientación, el desasosiego y también la calma, en el que las armas y los tiempos cambian, cambio que implica un final y un principio. Por un momento, El oficio de las armas recuerda al Roberto Rossellini, el humanista y didáctico, que buscaba en la televisión su medio para expresar la verdad de sus personajes y la suya propia. A diferencia de Rossellini, que busca en sus personajes el acceso a la verdad humana, Olmi documenta una verdad en y a través de sus personajes y de las imágenes del viaje propuesto; el suyo no pretende una enseñanza, sino un acercamiento íntimo a la destrucción física y emocional de la guerra, aunque en este aspecto resulta menos alucinado que el trayecto río arriba propuesto por Francis Ford Coppola en Apocalipse Now (1979), la cual transita por la locura y la desorientación del individuo en la guerra moderna…



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