lunes, 8 de abril de 2024

Querido diario (1993)


La vida es un largo o breve diálogo, efímero, en cualquier caso, con los demás, con el medio que se habita y con uno mismo. Es físico y emocional, no poco irracional. Nanni Moretti lo asume y lo lleva a su imagen cinematográfica en Querido diario (Caro diario, 1993). Su voz nos guía por tres momentos vitales, que titula En Vespa, Islas y Los médicos, en los que aúna cine, reflexión y vida. Se mueve a pie, en barco o sobre motocicleta; por barrios romanos, de isla en isla o por consultas. Vaya a donde vaya, no puede ni quiere evitar ir consigo. Nadie puede, aunque quizá haya quien quiera escapar de sí mismo. Moretti, no. A lo largo de su recorrido, cuestiona, disfruta del paisaje urbano, de las fachadas de las casas, teme, se sorprende, se encuentra con viejos amigos o con médicos que <<saben hablar, pero no saben escuchar>>, disfruta con la película de Alberto Lattuada Anna (1953), rechaza la de John McNaughton, Henry, retrato de un asesino (Henry: Portrait of a Serial Killer, 1986), y se entiende con las minorías porque cree en la gente, pero no en la mayoría de la gente. Se singulariza y, en la tradición humanista de Charles Chaplin, viaja a contracorriente. Habla por su personaje; es su propio personaje. Apuesta por la vida, así que da cabida a la alegría y la aflicción, a la cotidianidad que escapa de la monotonía. Habla de sus gustos y de sus experiencias, se hace objeto de cine y de reflexión y deambula entre la comedia y el drama en un film vitalista y humano, porque el centro de interés es lo humano, lo que le rodea y lo que habita en él. Su Caro diario es lo que lleva dentro y exterioriza en líneas de imágenes y pensamientos. Son las reflexiones de un ensayista de cine y de vida, uno al que no le falta humor ni sentimiento, tampoco humanidad ni lucidez. Moretti mira, siente, se emociona. Admira, rechaza, pregunta y se interroga mientras viaja por Roma en un espléndido recorrido cinematográfico en Vespa, por las consultas médicas donde cada profesional le atiborra de medicinas que nada le resuelven, por la Italia insular en compañía de su amigo, que de la nada televisiva pasa a la sobredosis de televisión, y por su propia existencia. Como cualquier diario, el suyo es un viaje por reflexiones, impresiones, dudas... No hay meta, solo el recorrido que, a diferencia de aquella, se abre al camino, al imprevisto, al interrogante, a la emoción de vivir y al miedo a dejar de hacerlo; pues no cabe duda de que viviendo es cuando uno mejor y peor se siente…




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