lunes, 22 de abril de 2024

Nashville (1975)

<<América —especialmente Hollywood— no quiere a Altman: no le quiere por su independencia, por sus entrevistas de mal talante con que responde a la televisión, por un tipo de locura que con todo y tener raíces en el contexto americano extrae ironía y humor negro de la cultura europea, lo que hace de él un artista mestizo.>> Tal mestizaje, raíces, ironía y humor negro, aludido por Vittorio Gassman, (1) asoma en un buen número de producciones de Altman. Su “arte mestizo”, aparte de hacer a sus películas reconocibles, suele darle un plus de calidad y diversión allí donde se hace notar: M. A. S. H. (1970), Nashville (1975), El juego de Hollywood (The Player, 1992) o Vidas cruzadas (Short Cuts, 1993). Son cuatro espléndidos ejemplos de esa mezcolanza con la que Altman radiografía sin disimulo critico ni vergüenza aspectos de entornos genuinamente estadounidenses, como serían el de la música country, la industria hollywoodiense, el western en Buffalo Bill y los indios (Buffalo Bill and the Indians, 1976), el ambiente jazzístico en Kansas City (1996) o el de las partidas de póker en California Split (1974). Siguiendo con el actor italiano, que trabajó para el cineasta natural de Kansas City en Un día de boda (The Wedding, 1977) y Quinteto (Quintet, 1979), <<Altman es un genio irregular, capaz y deseoso de empresas arriesgadas, y, ¿por qué no?, de clamorosos fracasos.>> Entre estos últimos, se puede contar Popeye (1980) y, entre los primeros, Nashville, que es una de sus mejores y más críticas películas —aunque, de las suyas, no esté entre mis preferidas—, en la que muestra la mejor cara de su cine coral, independiente e irónico, y un rostro poco favorecido del país que retrata acotando el dibujo a un espacio donde la política, la música, el presente (la guerra de Vietnam y la necesidad del partido republicano de recuperar credibilidad y la confianza del electorado), el pasado inmediato (el asesinato de JFK o el escándalo Watergate) y quizá el futuro convergen para insistir en que algo falla. Altman parte del guion de Joan Tewkesbury y radiografía aspectos de su país llevando la acción a una ciudad que se asocia con la música, de ahí la importancia que cobran las canciones, escritas y cantadas por varios miembros el reparto: Keith Carradine, Ronee Blakley, Karen Black, Henry Gibson, Gary Busey o Lily Tomlin, que debutaba en la gran pantalla. Y desde la presencia del country como hilo conductor aborda las historias cruzadas que se desarrollan durante los días que va a durar el espectáculo político, ¿qué otra cosa es, si no, cualquier campaña electoral? A grandes rasgos, una campaña es un show mediático, artificial y superficial, que busca el impacto inmediato, y tal espectáculo unido a la música posibilita el nexo entre los distintos personajes —políticos, fanáticos, aspirantes, cantantes, periodistas, estrellas y más—, el caos, la sátira política y las situaciones que convergen en esta popular ciudad musical del conservador estado de Tennessee que Altman pone patas arriba…

(1) Vittorio Gassman: Un gran porvenir a la espalda (traducción de Fernando Gutiérrez). Planeta, Barcelona, 1983.

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