martes, 23 de abril de 2024

Impacto (1981)

La cámara de Brian de Palma al inicio de Impacto (Blow Out, 1981) es curiosa e indiscreta. Pasea su mirada por los pasillos de una residencia de chicas y la detiene en los personajes. Nada nos indica que lo que allí sucede es ficción dentro de la ficción que nos descubre poco después, cuando sale de la pantalla y comprendemos que lo que habíamos visto hasta entonces era la película en la que trabaja Jack Terry (John Travolta). Esa escena de apertura establece que en cine todo es mentira, es el arte de crear apariencia de realidad y ponerla en escena, también desvela que De Palma se interesa por las posibilidades visuales que se abren ante él y que la cámara es el ojo voyerista que observa la vida de los otros. Pero el protagonista de la película no amplía su capacidad perceptiva, para descubrir el mundo que le rodea, a través de ningún objetivo. Al contrario que los protagonistas de La ventana indiscreta (The Rear Window, Alfred Hitchcock, 1956) o Blow Up (Michelangelo Antonioni, 1966), Jack no escoge el objetivo de una cámara ni la vista como sentido que le permita espiar y sentir el entorno. El suyo es el oído, tal como el personaje de Gene Hackman en La conversación (The Conversation, Francis Ford Coppola, 1974), es técnico de sonido. Trabaja para una productora de serie Z y, con anterioridad, había colaborado con la policía. De aquel periodo siente la culpabilidad que desvela en su conversación con Sally (Nancy Allen), la maquilladora a quien salva tras el supuesto accidente automovilístico del que es testigo mientras graba sonidos para el film en el que trabaja. Pero hay algo más que le perturba, una sospecha en su origen: ese accidente, que acabó con la vida del gobernador y candidato a la presidencia, no lo fue.

Jack ha grabado los sonidos del instante en el que cree escuchar un disparo previo a la explosión de una de las llantas del vehículo siniestrado. Más que creer, está convencido tras escuchar la cinta una y otra vez; y de unir su sonido a las imágenes que logra de un reportaje fotográfico publicado por la prensa, compone el audiovisual que el cine combina desde 1927. De Palma ya tiene su película, mezcla homogénea de imagen y sonido, y Jack su obsesión, pues, como buen voyeur cinematográfico, es obsesivo, pero no se trata de un psicópata como pueda serlo el personaje de El fotógrafo del pánico (Pepping Tom, Michael Powell, 1960), ni de un solitario que, como el agente de La conversación, sufre el aislamiento del que no logra escapar con el sonido ni las voces de otros. La obsesión de Jack nace de su sentido de culpa, de esa culpabilidad que arrastra del pasado y que le empuja hacia la redención que quizá piense alcanzar protegiendo a Sally, a quien, contradictoriamente, utiliza y pone en peligro para destapar la conspiración que ha descubierto. Esta es la premisa de la que parte De Palma, similar a la de los otros films arriba nombrados, y le sirve para brindar una de sus mejores películas, de las más personales de su filmografía; suyo también fue el guion.

Inicialmente, Impacto iba a ser una producción modesta, hasta que entró en escena John Travolta, por entonces una de las grandes estrellas de Hollywood, y se infló el presupuesto hasta alcanzar los 18 millones de dólares, pero, en su carrera comercial, la película resultó un fracaso que precipitó la bancarrota de Filmways y fue blanco de la crítica “especializada”, que la desconsideró prácticamente en unanimidad, haciendo hincapié en la (mala) elección de Travolta para el papel principal. Pero ya lejos de aquel impacto crítico silenciado por el tiempo y la calidad del film, la forma, los trucos y los intereses narrativos de De Palma funcionan; parece que ofrece una cosa (el suspense) y da otra (la obsesión y la imposibilidad). Su perspectiva difiere de la de los nombrados; el director de Carrie (1976), desvelada al inicio su idea de que el cine es mentira, logra que el público olvide el engaño y se deje llevar por el suspense: la posibilidad de generar la mayor tensión posible para ofrecer espectáculo cinematográfico, pero también la visión pesimista y desesperada del antihéroe; algo que si bien se encuentra en Hitchcock, parece no interesar ni a Antonioni ni a Coppola, quien, en su película, ofrece el retrato más intimista de los cuatro. Por otro lado, es natural, puesto que, para beneficio del cine y de su público, los directores nombrados tiene estilo y personalidades propias…



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