miércoles, 17 de abril de 2024

Y vino un hombre (1965)


La educación e inspiración católica de Ermanno Olmi se deja notar a lo largo del metraje de Y vino un hombre (E venne un uomo, 1965), la biografía, entre el documental y la ficción, que realizó sobre el papa Juan XXIII. El pontífice había sido la esperanza de una renovación dentro de la Iglesia Católica anclada en el pasado y necesitada de adaptarse a la modernidad. La Iglesia corría el riesgo de quedarse fuera de juego, viéndose adelantada por otros poderes terrenales más atractivos y seductores para los espíritus comulgantes; aunque laicos, no dejaban de ser poderes similares en su capacidad de controlar y dirigir mayorías. Esa intención de alcanzar la modernidad tuvo su gesto, que cobró apariencia en el Concilio Vaticano II, acto de gran repercusión mediática que fue convocado por el papa en enero de 1959, e iniciado en octubre de 1962, pero que no vio concluido debido a su muerte en 1963 (había accedido al trono papal en 1958, sucediendo a Pío XII). Su sucesor, Pablo VI, sería quien concluiría el Concilio, mas, en verdad, ¿ese momento histórico cambió algo? ¿Y los posteriores? A Olmi no le interesa plantear este tipo de preguntas, que puedan generar dudas al respecto a la labor del pontífice. Sus interrogantes son de otra índole. Prefiere los del tipo ¿quién es el hombre? o ¿cuáles son sus orígenes? Siente interés por detallar algunos aspectos de la vida y del carácter de Angelo Giuseppe Roncalli, futuro Juan XXIII, a quien Pasolini dedicaría El Evangelio según san Mateo (Il Vangelo secondo Matteo, 1964). Los diez primeros minutos de E venne un uomo, cuyo título expresa que su centro de interés no es un santo, ni un estadista, ni un jerarca, ni un mito, sino un individuo que piensa y abogaba por la fraternidad y la paz, son imágenes de archivo del papa acompañadas por la voz de un narrador que habla de las simpatías que despertaba el heredero de Pedro, principio y fin de la película de Olmi. En ellas vemos al pontífice y escuchamos como era querido por su capacidad dialogante, por su sencillez… Pero del tono documental inicial, Olmi pasa a la búsqueda, a la representación, a los orígenes. Su película viaja a la infancia de Angelo, que nace en el seno de una familia campesina, en 1881. Sus orígenes son como los del cineasta: humildes, y quiere conocerle, quiere que lo conozcamos. Para lograrlo, se vale de escritos del futuro papa, de la biografía de Radimi Tedeschi, de la representación de varios momentos de la infancia y de la presencia de Rod Steiger (y la voz de Romolo Valli en la versión original), que recorre momentos de la vida de Angelo Giuseppe e intermedia entre el personaje y el público. El actor estadounidense no interpreta de manera usual, pues, en realidad, no recrea una psicología, sino que comunica el pensamiento y las acciones en distintas épocas —forma parte de la historia y, por tanto, la vive y le afecta—, establece distancias y hace de puente entre el hagiografiado y el espectador. Dicho de otra manera: no es el personaje, sino que nos informa de quién es…


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