<<No es difícil ver estilo en Asesinato en el Orient Express. Pero casi ningún crítico se fijó en lo estilizada que era El príncipe de la ciudad. Y es una de las películas más estilizadas que he hecho en mi vida. Kurosawa, en cambio, sí lo advirtió. En uno de los momentos más emocionantes de mi vida profesional, me habló de la “belleza” del trabajo con la cámara, y de la “belleza” de la propia película. Y quería decir “belleza” en el sentido de su conexión orgánica con el tema. Para mí, esta conexión es la que separa a los verdaderos estilistas de los simples decoradores. Los decoradores se reconocen enseguida. Por eso a los críticos les encantan.>> (1) Estilísticamente, El príncipe de la ciudad (Prince of the City, 1981) es de lo mejor de la filmografía de Sidney Lumet, además, también lo es en cuanto al distanciamiento que el cineasta asume respecto a su personaje principal, huyendo de ese modo de posibles simpatías (entre Danny Ciello y el público) que rompan la conexión invisible, pues Lumet no pretende evidenciarla, que existe entre el protagonista, su entorno, el tema y el estilo del film.
Tiempo antes de iniciarse la producción de El príncipe de la ciudad, Brian De Palma había trabajado en su guion durante un año, pero, finalmente, Orión Pictures descartó al director de Vestida para matar (Dressed to Kill, 1978) y optó por Sidney Lumet para que dirigiese la película. La opción de De Palma habría dado un film distinto, más vivo y cercano, pero esto no quiere decir que hubiese sido mejor que el distanciamiento escogido por Lumet para recrear un entorno donde la ambigüedad predomina y, por tanto, donde nada es lo que parece. Para protagonizar su drama policiaco, De Palma había pensado en John Travolta, a quien ya había dirigido en Carrie (1976) y ese mismo año dirigiría en Impacto (Blow Out, 1981). El actor era una estrella y eso ya suponía de partida que despertaría la simpatía del público; algo que Lumet no consideraba para el personaje principal, puesto que resulta igual de ambiguo que el ambiente donde se mueve. De modo que, al entrar en el proyecto, Lumet no quiso una estrella. Prefería un actor poco conocido para interpretar a su policía, así que el papel fue a parar a Treat Williams. Aparte del reparto, el cambio de cineastas supuso varias diferencias tanto de forma como de fondo. A Lumet le interesa la psicología del personaje en y frente al entorno; y, aunque sepa entretener y crear tensión, el suyo es un cine más austero, profundo e íntimo que el de De Palma, más espectacular, obsesivo y visceral. Esa intimidad marca parte de El príncipe de la ciudad, que relata la experiencia de un policía inspirado en el real Robert Leuci, con quien De Palma había pasado <<mucho tiempo con él, recorriendo la ciudad y oyéndole hablar. Se consideraba un traidor que había denunciado a sus colegas y provocado la muerte de mucha gente, pero había salvado su propio pellejo. Tenía un tremendo sentimiento de culpabilidad que yo pensaba utilizar para la película>>, (2) de la cual, finalmente, fue apartado sin llegar a iniciarse la producción.
Según cuenta Lumet, había leído la historia de El príncipe de la ciudad en un libro y supo que ahí había una película de su interés, así que desechó el guion de De Palma y David Rabe y escribió el suyo en colaboración de Jay Presson Allen, a partir del libro de Robert Daley. El resultado es un film atrapado en un espacio sombrío y pesimista, claustrofóbico, corrompido, ambiguo, reflejo de la situación que afecta al detective Daniel Ciello (Treat Williams) cuando decide ayudar a acabar con la corrupción policial, pero dejando claro que sin entregar a sus amigos. A partir de ahí, todo se vuelve en su contra, y todo escapa a su control, puesto que su capacidad de controlar la situación es mínima, prácticamente inexistente. De ahí que Lumet explicase que el tema de su película era <<cuando intentamos controlar las cosas, las cosas terminan por controlarnos. Nada es lo que parece>> (3) y este detective tampoco, pues presentan varias caras, la del amigo, la del soplón, la del héroe, la del villano, la del hombre atrapado entre la delación y la lealtad a sus compañeros, pero, sobre todo, es el rostro de la imposibilidad en la que se descubre. Danny transita de su confianza inicial a la desorientación, de su capacidad de manipular a su incapacidad de conocer el alcance de su situación: la totalidad en la que él solo es una pieza más, la que permite a Lumet continuar su indagación sobre la corrupción policial y la ambigüedad del sistema iniciada en Serpico (1973) y que continuaría en Distrito 34: Corrupción total (Q&A, 1990) y La noche cae sobre Manhattan (Night Falls on Manhattan, 1996), cuatro títulos que son de lo mejor del policiaco hecho durante el último tercio del siglo XX. Y no sorprende, puesto que Lumet no era decorador. Fue de los grandes cineastas que ha dado el cine estadounidense…
(1) (3) Sidney Lumet: Así se hacen las películas (traducción de José María Aresté). Ediciones Rialp, Madrid, 1999.
(2) Brian De Palma: Brian De Palma por Brian De Palma (traducción de María Teresa Gallego Urrutia). Alba Editorial, Barcelona, 2003.
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