lunes, 30 de mayo de 2011

Las tres noches de Eva (1941)



Que Charlie Pike (Henry Fonda) es un primo, además de millonario, no pasa desapercibido para los tres timadores que se encuentran en la cubierta del buque que devuelve al magnate a la civilización tras un año en la selva del amazonas. Tampoco cabe duda de que se trata de un hombre tímido, inexperto en cuestiones amorosas, a quien su alejamiento de la sociedad y del flirteo provoca cierta inseguridad respecto al sexo femenino. Resulta evidente: es una presa ideal para Jane (Barbara Stanwyck), y su padre, el supuesto coronel Harrington (Charles Coburn), un jugador profesional que pretende timarlo, y también para Gerald (Melville Cooper), el tercer socio. Sin embargo, una vez iniciada la caza, Jane descubre que se ha enamorado de su víctima, éste a su vez se encuentra cautivado por la belleza y las artes de una mujer que le resulta irresistible. La idea del matrimonio se fija en la mente del joven, del mismo modo que en la de Jane, quien evita el timo, dispuesta a confesar su verdadera identidad. Pero alguien se le ha adelantado y sufre un desengaño cuando descubre que Charles, su ex-futuro marido, se encuentra al tanto de sus intenciones iniciales. La reacción del millonario, no puede ser más lógica y decide romper, de malos modos, una relación que semejaba feliz. La timadora, Insultada y despechada, no puede olvidar el desplante, y decidida a vengarse se hace pasar por una aristócrata inglesa, Lady Eve. El inicio de Las tres noches de Eva (The lady Eve, 1941) se desarrolla en un crucero de lujo, escenario perfecto para que Preston Sturges despliegue su fino y elegante humor, que apunta hacia los hechos que se desarrollaran en una segunda parte más alocada y simpática. De este modo, encontramos en la película dos partes claramente diferenciadas, una primera, en el barco, más romántica; y una segunda, en la mansión de los Pike, de mayor comicidad y enredo, en la que el joven Charles se deja engañar por una mujer en la que se niega a reconocer a la estafadora, aduciendo para ello que sería ilógico que alguien que pretendiese hacerse pasar por otra persona fuese igual a la primera. A pesar de las advertencias de Muggsy (William Demarest), su guardaespaldas (y uno de los personajes de mayor comicidad del film), Charles acepta a Lady Eve como auténtica aristócrata, lo cual le lleva a bajar la guardia y al consiguiente enamoramiento. Este buen hombre es un juguete en manos de una mujer que está mentalmente muy por encima de él, cuestión se hace patente en la mayor parte de un film en el que el protagonista es una marioneta que se deja engatusar una y otra vez por Jane/Eve. Comedia de altura, sutil, cargada de pequeños y grandes aciertos (que posteriormente serán imitados, con desigual resultado, en otras películas del género), 
Las tres noches de Eva resulta tan simpática como seductora, de elegancia que refleja la de su director y guionista, que gozó de gran popularidad en la década de 1940 y que con un puñado de magníficas comedias demostró que la risa, el flirteo, la picaresca, el cinismo, el humor y la inteligencia tienen cabida dentro de una misma película.

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